Cuando se terminó de estudiar el genoma humano, los investigadores se encontraron
con una situación mucho más compleja de la esperada: hallaron que los genes no
eran inmutables como se suponía -una proteína = un gen- sino que modificaban su expresión según las informaciones que recibían, tanto del exterior -medio ambiente-
como del interior del organismo -alimentos, estrés, contaminación… etc.
Esos cambios en la expresión del gen, no en la estructura, pueden producirse desde el embarazo hasta la vejez … y se transmiten a los hijos: no es el gen el que cambia sino su
accionar, es decir que tenemos la capacidad de mejorar… o no!!, nuestra salud. Estar enfermos o sanos depende entonces, en muchos casos, de nuestra elección: si los alimentos y la forma de vida son los apropiados, no nos enfermaremos.
Actualmente se calcula que sólo un 5% de las enfermedades crónicas de todo tipo: metabólicas (obesidad, diabetes), inmunológicas (lupus, esclerodermia, cáncer, artritis), enfermedades digestivas inflamatorias, etc. están relacionadas con los genes.
La mayor parte de ellas pueden ser evitadas o retardadas en su aparición a través
del cambio en el estilo de vida: alimentación, ejercicio físico, relajación y meditación,
mejorar la calidad del sueño y dormir en las horas adecuadas, y el manejo del estrés cotidiano… y sobretodo evitar los químicos presentes en los alimentos, que afectan al sistema inmune, el encargado de proteger al organismo, debilitándolo y haciéndolo incapaz de cumplir con sus funciones.
La alimentación del hombre debe ser antiinflamatoria, antioxidante, alcalina y desintoxicante.
Hipócrates ya decía: que la alimentación sea tu remedio, pero recién en estos últimos años pudo ser comprobado la realidad de este axioma: a través de la alimentación desintoxicamos nuestro cuerpo, mejoramos la absorción de nutrientes esenciales que no podemos producir sino que deben ser incorporados a través de las comidas : vitaminas, minerales, fitonutrientes que son antioxidantes y alcalinos-; fibras, alimento de las bacterias acidófilas que protegen la flora intestinal; ácidos grasos “buenos” con acción antiinflamatoria: omega 3-6-9…y otros beneficios que nos ofrecen los vegetales. Desde el naturismo apoyamos una alimentación “casi vegetariana” tratando que nuestro plato de comida esté formado con, por lo menos 50-70% de verduras, según las necesidades de cada uno, y completándolo con cereales y harinas integrales, que son fuentes de energía; legumbres, que tienen proteínas más pequeñas que las de la carne, cuya digestión es más fácil, también contienen menos hierro –disminuyen los fenómenos oxidativos- y grasas saturadas, -disminuyen los procesos inflamatorios- pero incluyen fibras y minerales necesarios para “limpiar” diariamente el intestino y eliminar las moléculas tóxicas, las hormonas sexuales cuyo exceso puede favorecer cáncer de mama y próstata, y restos de ácidos biliares y colesterol.
Hemos dicho más arriba que la protección contra las enfermedades crónicas comienza
con el embarazo, por eso es importante cuidar a la mamá embarazada, y su alimentación,
ya que de ella dependerá el crecimiento intrauterino y el nacimiento a término del bebe, y su salud futura. La buena alimentación preparará también al organismo de la mamá para el amamantamiento: la leche materna debe ser, si es posible, el único alimento del bebe hasta los 6 meses.
Dra. Elba Albertinazzi
Lic. Natalia Frattolillo
frattolillo.n@gmail.com
Asoc. Argentina de Médicos Naturistas