De pronto nos encontramos con el futuro de frente, nos atropella, nos acorrala, nos reta y desafía sin que podamos comprender cómo sucedió. Lo que esperábamos en un futuro lejano o más cercano, nos fue impuesto. Nos sentimos ajenos en un presente que se instala como si hubiésemos viajado al futuro y nos hubiéramos insertado de pronto en una nueva normalidad.
De golpe y de un día para el otro, el home office, home school, la video conferencia cotidiana, usar máscara, salir con permiso, test, pruebas y controles que se multiplican mientras miramos desconcertados lo que parecía, lejano. Una especulación de futurólogos y conspiranoicos, se nos instaló definitivamente alterando nuestras rutinas y nuestra percepción de la realidad. ¿Qué sucedió? ¿No lo vimos venir? Hubo muchos mensajes de alerta y mensajes reveladores desde los movimientos ecológicos, científicos y múltiples ONG, pero no hicimos caso. ¿Vivimos aturdidos?
Entre los miles de ideas confusas y apasionadas, que surgían de un mundo “que se va”, aparecían aquí y allá rasgos de un nuevo futuro; y voces que anuncian el mundo del mañana. Desde las ciencias, las artes, la filosofía y la educación se vislumbraba un futuro que advierte de insospechadas consecuencias para el porvenir de la humanidad, nada esperanzadoras o “reveladoras” de un mundo mejor. Estos mensajes fueron tomados masivamente a partir de la década de los 60´s, pero ya en el periodo “entre guerras” anterior, la literatura nos había sorprendido con visiones futuristas de un Totalitarismo Tecnológico.
Muchos de estos mensajes aparecen hoy como nuevos, bajo el ropaje de descubrimientos científicos o ideologías sociales a través de los medios masivos de comunicación. Estas ideas carentes de la centralidad del Ser Humano y, sin los medios adecuados para el desarrollo de la consciencia o el bien estar del mismo, no pueden ser aceptadas por la nueva humanidad, la nueva sensibilidad no puede tolerarlos. Lo mismo ocurre con muchos mensajes de la literatura, el arte, la ciencia ficción, el esoterismo y la futurología, sobre todo cuando son transmitidos por estos medios a través de repetición o imitación, para ser impuestos. Actúan como destructores del ser consciente y de su transformación.
Lo que conmueve la sensibilidad del hombre de hoy, no es el futuro del Alma, como en los antiguos, ni el futuro de la Historia, como los modernos, sino el futuro de la propia existencia y de la propia vida. El miedo atómico, el miedo ecológico y el miedo a la de deshumanización que nos amenazan hoy en día, no es algo que el hombre podría enfrentar en solitario, sino con la fuerza conjunta de toda la humanidad.
No hay ninguna fuerza social, ninguna fuerza de la historia ni política, que sea hoy capaz de vencer a estos demonios de la desesperanza, ni de desmantelar el aparato de poder destructor corporativo que tiene en jaque al planeta y su supervivencia. Pero hay una fuerza intrínseca a la especie Humana, una fuerza que domestica el presente que hereda del futuro, que puede quebrar la barrera de esclavitud del viejo sistema y abrir la puerta de acceso al camino de liberación del hombre. Esta fuerza nueva tiene naturaleza de mensaje encriptado en el colectivo humano y se expande masivamente en las nuevas generaciones.
Lo que necesitamos, hoy en día, no es un modelo prefabricado del futuro, sea este un modelo ideológico, tecnológico o mediático digital, sino un nuevo modelo centrado en el Ser Humano, un Nuevo Humanismo, un Nuevo Renacimiento del Hombre. Un sujeto capaz de ser intérprete del futuro que ya existe
Ignacio Conde
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