¿Quién no se ha detenido al ver una flor amarilla, grande, de fuerte aroma? Nos pasa quizá cuando vemos el Árnica, de flores como las descriptas, semillas pardas y hojas ovaladas que encierran un don.
¿Sabemos realmente los beneficios de esta bella planta y su flor? Eso depende de cuál sea el uso medicinal que queramos obtener de ella, ya que podemos utilizar toda la planta o sólo su flor.
El Árnica se utiliza normalmente aplicado externamente en forma de pomadas, cremas, geles o aceites para dolores musculares, lesiones, esguinces y contusiones gracias a sus propiedades analgésicas.
Cuenta con un compuesto denominado helenalina que ayuda a desinflamar y reducir la hinchazón de las lesiones. Así como por su alto poder rubefaciente, estimula la circulación sanguínea en las zonas en las que se aplica, logrando la desaparición de hematomas y moretones.
Se puede sumar a sus beneficios externos a su utilización en ampollas y úlceras no abiertas, eccemas de la piel, acné y para el cuidado del cabello.
Por otro lado, gracias a sus propiedades antibióticas, se pueden tratar problemas de la boca como aftas, problemas de encías o eliminando bacterias que afectan la garganta.
Ahora bien, con esto último, debemos aclarar que el Árnica no debe ingerirse nunca debido a su toxicidad, excepto si se receta en medicamentos homeopáticos.
Nos queda una última aclaración. El Árnica tiene compuestos muy fuertes y si se utiliza poco diluido, puede provocar reacciones en el cutis como enrojecimientos, o en pieles más sensibles, dermatitis o ampollas.
Sin embargo, debemos tener en cuenta el Árnica para los casos de golpes, moretones, artritis, o aquellos problemas relacionados con los músculos y los huesos. En este caso se lo utiliza en cremas preparadas.