Détox metabólico
Introducción
En la entrega anterior les hablé de cómo la alimentación actual atenta contra nuestro cuerpo, alterando la homeostasis (la capacidad que tenemos de mantener el pH y la temperatura en un rango saludable), lo que genera un gran desequilibrio químico y biológico, con la consecuente pérdida de la salud.
Cuando tomamos conciencia de lo mal que comemos —galletas, dulces, productos light (que intoxican y engordan), fructosa, lactosa, caseína, grasas vegetales, etc.— y además consideramos la cantidad de toxinas que incorporamos a través del aire, los suelos o la descomunal cifra de plástico disuelto en los mares, se vuelve casi una obligación comenzar a cuidar lo que ingerimos por boca… y también por la mente.
Aquí es donde recibo más consultas. Muchas personas ya están comiendo mejor, sin excesos, dejando los azúcares y las grasas trans, pero se sienten débiles, decaídas, como si les faltara energía. Y claro que sí: en primer lugar, al cuerpo le está faltando la comida chatarra a la que estaba habituado y que le generaba un nivel alto de dopamina (una alegría superficial y momentánea, pero alegría al fin). Y además —y mucho más importante— el cuerpo está INTOXICADO y no tiene la capacidad de desintoxicarse por sí mismo debido a la alta carga de toxinas que le fue suministrada.
Nuestro organismo está perfectamente capacitado para hacer un Détox en condiciones normales, pero cuando ha sido agredido sistemáticamente con basura empaquetada, hay que ayudarlo a limpiar el desastre.
La fórmula mágica sería: Desintoxicación + Nutrición = Auto regeneración
Hoy comenzaremos este camino que nos llevará varias entregas, donde aprenderemos a desintoxicar para luego nutrir, y de esa manera reparar el daño y sanar el cuerpo.
Existen dos tipos de toxinas:
Externas o exotoxinas, relacionadas con el medio ambiente (metales pesados, agrotóxicos, fertilizantes, productos químicos, cosméticos, etc.).
Internas o endotoxinas, producidas por nuestro propio organismo a través de la metabolización (como la homocisteína, ácido láctico, ácido úrico, entre otras).
Todo ingresa por la piel, las vías respiratorias y el sistema digestivo, siendo justamente estos órganos los principales actores en la desintoxicación.
Tenemos procesadores de toxinas como el hígado, los intestinos y la fiebre. Esta última actúa activando a las chaperonas, proteínas que eliminan o renuevan las estructuras proteicas celulares, evitando que sean perjudiciales para nosotros.
Por otro lado, están los eliminadores de desechos, porque una vez procesadas las toxinas deben salir del cuerpo. Para ello nos valemos de la piel (a través del sudor), los intestinos (con las heces), los riñones (con la orina), la lengua (con la saliva), los ojos (con las lágrimas), los pulmones (con la exhalación y la mucosidad), el sistema linfático (que limpia la sangre) y la menstruación en las mujeres.
¿Por qué almacenamos toxinas?
Las toxinas, en general, son liposolubles y lipofílicas; es decir, por un lado se solubilizan en grasa y, por otro, tienen afinidad para “guardarse” en lugares donde hay grasa, especialmente en el abdomen y el cerebro. Pueden almacenarse durante años y liberarse por estrés, ejercicio físico, ayuno o detoxificación.
Cuando el cuerpo está muy intoxicado aparecen síntomas como fatiga, falta de energía, dolores musculares, prurito, erupciones cutáneas, insomnio, intolerancia a ciertos alimentos, alergias en general, confusión mental, irritabilidad, hinchazón corporal y abdomen abultado.
Para comprender mejor lo que ocurre, imaginemos esto: los nutrientes ingresan a través de las arterias y son depositados en el espacio que rodea a las células, llamado espacio intersticial. Las células absorben esos nutrientes para su metabolismo y luego expulsan los productos de desecho (colesterol, dióxido de carbono, amoníaco, etc.) hacia el mismo espacio intersticial, para que las venas y la linfa los recojan y los conduzcan a los órganos encargados de eliminarlos.
Hagamos un ejercicio mental: todas las noches sacamos de nuestras casas una pequeña bolsa de basura; pero si un día organizamos una fiesta para veinte personas, probablemente saquemos tres o cuatro bolsas. ¿Qué pasa si todos los días estamos de fiesta? Seguramente se nos acumularán residuos hasta que resulte insoportable.
Eso mismo ocurre con nuestras células: es tanta la toxicidad que se acumula que terminan muriendo por inanición, porque ya no pueden llegarles los nutrientes.
A través de la desintoxicación podemos:
- Evitar enfermedades
- Retrasar el envejecimiento
- Mejorar la salud física y emocional
- Mejorar la digestión
- Sentirnos con más energía y vitalidad
- Bajar de peso
- Alcanzar mayor claridad mental
En las próximas entregas veremos de qué manera, fácil y práctica, podemos llevar a cabo un Détox hepático, intestinal, renal, de parásitos y metales pesados, pulmonar y de piel. Esto implica, por supuesto, un compromiso con nuestra salud: de nada sirve limpiar si vamos a contaminar al día siguiente.
“El ser humano pasa la primera mitad de su vida arruinando la salud y la otra mitad intentando restablecerla.”
— Joseph Leonard, investigador estadounidense galardonado con el Premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1985.
Bibliografía: Cura absoluta, Dr. Pablo Llompart






