Para vivir con auténtica coherencia sugiero experimentar una aventura enigmática, misteriosa y fascinante a la vez. Se trata de realizar un rastreo consciente del potencial energético que circula por los canales de nuestro físico, nuestras emociones y nuestros comportamientos. Es decir, implica captar y discernir el tipo de energía que usamos para pensar, sentir, movernos y comunicarnos. No se trata solo de advertir la energía muscular, sino de distinguir otra más profunda que determina y afecta el modo en que somos o no coherentes con nosotros mismos. Voy a los detalles: Todo lo que se piensa y se siente irradia una energía, algunas veces se expresa con palabras y otras sin ellas. Ambas vías de expresión (cuerpo y palabras) no siempre se manifiestan en coherencia, sino que lo hacen de manera paradójica. Esta contradicción, transparenta una incoherencia interna que confunde o desconcierta. Por ejemplo: Observen qué sucede en el cuerpo cuando ciertos relatos internos (pensamientos) se cargan de palabras auto dañinas o con juicios hacia los demás. En ese instante, ¿qué tipo de energía circula? Probablemente densa, pesada, caliente. Aunque nadie lo vea o se dé cuenta de ello, un pensamiento hostil contiene una energía tan oscura que no solo logra afectar a la persona a la cual va dirigida, sino que, a muchísimas más que andan alrededor. Lo mismo ocurre con la circulación de pensamientos que aceptan los problemas, que validan al propio ser y a los otros y que se rinden al aquí y ahora. En comparación, los pensamientos con energía negativa tienden más a generar maquinaria mental, por eso se densifican y generan síntomas físicos como aceleración del ritmo interno, impulsividad muscular, visión nebulosa y tensión en los canales respiratorios. Entremedio de estas manifestaciones suelen deambular emociones que se empoderan con los pensamientos negativos como los miedos, enojos y tristezas.
Cuanto más miedo, más negatividad. Es saludable detectar este entramado para tomar decisiones o simplemente atravesarlo.
Con la activación de pensamientos positivos, ocurre otro efecto. Por ejemplo, si circula la energía de la satisfacción, es posible que el gozo de estar vivo se empodere, lo mismo si se vive el disfrute del hacer cotidiano.
De modo que, cuando se es consciente de la concatenación energética entre pensamiento, sentimiento y acción, la forma de pensar, sentir y actuar establece una diferencia en cada persona. El tránsito de energía positiva hace que el cuerpo advierta una luminosidad atractiva y genera paz y bienestar hacia adentro y fuera. En cambio la negativa, repele y hace reactivar, es decir conecta con energías competitivas de lucha y malestar.
Busquemos, entonces, en el espacio silencioso interno del cuerpo la energía que nos constituye. Si observamos energía negativa, descifremos los detalles que encontramos en cada tramo e investiguemos su fuente y, si notamos que allí vive un hálito sutil y agradable, pues avivemos todas las formas posibles de expresarlo, el Universo lo agradecerá.
Por Alejandra Brener
Terapeuta corporal bioenergetista
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