Podríamos decir que forman un triángulo, el triángulo de la salud…Sin embargo tenemos que tratar de mantener un equilibrio, como siempre sucede en la naturaleza, y no excedernos sino usarlos en favor de nuestro bienestar.
Comencemos con la vitamina D3: esta vitamina es producida por la acción de los rayos solares, a partir del 7-deshidrocolesterol – un derivado del colesterol presente en la piel de los animales y del hombre- o se ingiere a través de alimentos grasos de origen animal, como la yema de huevo, que además tiene vitaminas A y E y es fuente de vitamina B12; en el hígado y el riñón estas grasas se convierten en calcitriol, nombre que se da a la vitamina D3 activa.
La vitamina D3 tiene importantes funciones como la regulación de los genes, la mineralización del hueso –prevención de osteoporosis- y protección del Sistema Inmune en personas mayores, como hemos comprobado en esta pandemia.
A pesar de sus beneficios, un gran porcentaje de personas tienen los dosajes de vitamina D en límites inferiores al necesario. Por eso es importante conocer las cifras normales de laboratorio: se consideran bajos los niveles inferiores: a 30 ng/ml normales a los que están de 30 a 50 ng/ml y excesivos a los que sobrepasan los 80 ng/ml. En las personas cuyas cifras estén por arriba de 50-60 ng/ml, se aconseja realizar un nuevo dosaje antes de suplementar, ya que puede tener exceso de vitamina D3 en sangre. Los síntomas que pueden alertarnos son digestivos: náuseas, vómitos, pérdida de apetito, constipación, debilidad y pérdida de peso.
La toxicidad –o hipervitaminosis de la vitamina- se produce por un exceso de suplementos y no por exposición al sol, ya que ésta se regula naturalmente, disminuyendo su absorción.
Hay otras personas que no tienen suficiente vitamina D:
– Los lactantes, porque la leche materna no tiene mucha cantidad.
– Los adultos mayores porque la piel no la produce tan eficazmente y sus riñones pueden tener dificultad para transformarla en su forma activa, la vitamina D3.
– Aquellas personas con piel oscura que no les permite absorber las radiaciones solares.
– Los pacientes con enfermedades intestinales como la celiaquía o la enfermedad de Crohn y los obesos, ya que la vitamina D se deposita en las grasas y no llega a la sangre para distribuirse por el organismo.
Para tener en cuenta: los medicamentos para «quemar grasa» o para no absorber las de los alimentos, disminuyen la absorción de vitamina D y también la de otras vitaminas liposolubles como A, E y K.
No hay prácticamente alimentos que nos provean la vitamina D3, en forma directa, ya que los peces grasos como salmón, caballa y atún viven en aguas contaminadas con mercurio, dioxinas y cloro lo que los hacen peligrosos para nuestra salud. Así que dependemos de la fortificación de los alimentos con suplementos o recurrir a los pocos vegetales que contienen D2, como las hortalizas y las semillas de zapallo y girasol.
La piel nos interesa porque es importante para el filtrado de la luz solar: se sabe que las pieles oscuras toleran mejor la exposición solar por la presencia de melanina, producida por las células llamadas melanocitos, que nos dan protección natural frente al sol y, en cambio, las personas con piel blanca deben evitar las horas pico del día –de 10 a 16 hs- y usar ropas livianas, sombreros de ala ancha y anteojos con buena protección.
Usar protectores solares de acuerdo con el tipo de piel, en general deben tener un factor de protección mínimo de 15 para las personas con piel normal y aplicárselo cada 2 hs … y también proteger a los niños.
Un problema común es el conseguir un «buen bronceado» sin pensar que los rayos solares en exceso son dañinos sobre todo para las pieles muy claras y pueden provocar envejecimiento prematuro, arrugas en la piel y cáncer de piel.
El sol es fuente de energía y radiación ultravioleta: gracias a ella se desarrolla la fotosíntesis que permite la vida de diferentes especies en la tierra, además de darnos luz y calor. La radiación ultra violeta alcanza a toda la superficie de la tierra, y trasforma la molécula del dehidrocolesterol de los vegetales en grasas animales que luego darán origen a la vitamina D3 con importantes acciones protectoras de la salud, como es el caso del Sistema Inmune.
Aprovechemos el verano para aumentar los depósitos de vitamina D3 ya que es cuando se produce en más cantidad por el aumento de la radiación, y puede depositarse para proteger nuestra inmunidad en invierno, cuando es más necesaria.
Dra. Elba Albertinazzi
Asoc. Arg. de Médicos Naturistas