Una de las condiciones indispensables para superarnos y evolucionar consiste en no ser causa de daño a ningún ser. A medida que comprendemos el perfecto equilibrio con que se maneja el Universo, entendemos que nada existe por casualidad, en nuestro mundo, en la galaxia, en nuestro cuerpo, o en el entorno. Si ocasionamos daño a cualquier criatura viviente (y todo tiene vida, hasta una piedra) interrumpimos un orden perfecto preestablecido por inteligencias que nos superan; y a la vez quedamos sujetos a la Ley de Causa y Efecto, o Karma.
«Con la vara que midas serás medido».