En un rincón de Buenos Aires, entre el paso y el apuro de transeúntes cotidianos, se oculta una historia tan grande contenida en una pequeña plazoleta del barrio de Caballito. Se trata de un espacio donde un busto de granito, réplica de un original y de suave superficie pulida, nos presenta a un grande de la escultura de nuestro país: Luis Perlotti (1890- 1969). Inaugurada en 2015, en el marco de uno de los aniversarios del museo que lleva su nombre, esta escultura presenta a Perlotti mirando hacia un costado, quizás de manera risueña, pensativa. Apenas algunas marcas representadas en su tez dan cuenta de su edad, de su constante preocupación por dejar un legado no solo local, sino también nacional. En realidad, el busto es la copia de un autorretrato, el cual se identifica con mayor facilidad gracias a las placas que se colocaron en su base. Desde luego, hay quienes no necesitan de una leyenda para saber de quién se trata: Perlotti ha marcado por sobre todo a su barrio, ha construido su impronta partiendo literalmente por casa. En la entrega anterior, hablamos acerca del artista Lucio Correa Morales, a quien aquí nuevamente hacemos mención ya que fue uno de los enseñantes que marcó la obra de Perlotti. Pero, sobre todo, han sido los viajes por el continente americano y su gente los que han dado una invaluable lección y experiencia, recursos que supo emplear a la hora de crear imágenes que remiten al sentimiento colectivo. Los rostros que suele representar son anónimos, con frecuencia parecidos entre sí, como si se tratara emblemáticamente de un sello escultórico.Aunque los grupos genéricos que representa son oriundos del territorio argentino, su obra no tiene fronteras. De norte a sur, es casi imposible no dar con su firma en el espacio público. En Mendoza, Entre Ríos, Chubut, por mencionar pocos casos, los monumentos nacionales llevan su firma; en la Ciudad de Buenos Aires, sus esculturas visten tanto espacios cerrados como a cielo abierto; por ejemplo, en La Boca o las plazas de Caballito, como el caso al que hoy nos referimos. En dicho barrio es posible ver una de las formas en que Perlotti retrata temas como la maternidad en Parque Rivadavia o la relevancia de los vínculos entre diversos pueblos a través de alegorías en Plaza Irlanda. A través de la reiterada exploración de temáticas específicas supo visualizar sus propias reflexiones. Bajo una pesquisa en continuo de imágenes nítidas, parece plantear que aquello que nos enlaza a través de lo geográfico y temporal, rompiendo a su vez con dichas barreras, es justamente la humanidad. Ya en vida, Perlotti fue reconocido y participó de varias exposiciones en su temprana juventud. Su taller se ha transformado en un museo público por su propia voluntad, la cual fue expresada un tiempo antes de fallecer. Y así es como un busto, una plazoleta y un barrio se transforman en un maravilloso puntapié para descubrir parte de nuestra historia. ¡Hasta la proxima¡.
Lic. Belén Ballesta | belballesta.blogspot.com