Cuando se logra transitar por el proceso del perdón se consigue olvidar la ofensa o el dolor que alguna situación pudo haber provocado. Solo entonces es factible recordar lo acontecido, pero sin las emociones de antaño; sin revivirlas en el presente.
Entonces las energías que estaban destinadas a rumiar las ofensas recibidas de aquellas situaciones pasadas se pueden volcar en proyectos y cosas nuevas.
Una vez que realmente se alcanzó el perdón, lo cual es en sí mismo toda una tarea interior, se podrá volver a confiar, a arriesgar, a tener esperanzas. Sabiendo que si ocurriera algo similar a lo que aconteció en el pasado y que causó tanto malestar, la actitud será muy diferente, la reacción otra y no seremos afectados como antes.
Olvidar es útil y bueno para recuperar nuestra habilidad para aprender cosas nuevas, para seleccionar nues tras respuestas ante situaciones futuras y actuar con mayor madurez y sabiduría, y reaccionar de mejor manera ante la adversidad. Es sano para nosotros mismos pero a la vez conviene recordar el aprendizaje que obtuvimos de esa experiencia pues nos enriquece.
Perdonar y olvidar, recordando el aprendizaje implícito que aquella situación dolorosa provocó, tiene como premio experimentar un bálsamo de paz interior.
Cuando se olvida la emoción que acompañó a la experiencia dolorosa se la puede interpretar de otra manera, sin juzgar, sin pena ni cólera. Como una experiencia nutritiva y rica de crecimiento interior. Y esto siempre es evolutivo!