El cuerpo espartano

Seres humanos… Seres marcados por gestos, sensaciones, gustos, aromas, vivencias físicas que sellan su cotidianeidad, que posibilitan cambiar ambientes, realizar intercambios con el medio, fabricar cosas, imponer formas diferentes de experimentar lo sensible, de utilizarlo y construir cultura, la cual impondrá el modo de andar, de jugar, de dar a luz, de dormir o de comer.

Y también, es esa cultura la que nos marca, nos impone, nos seduce a reproducir, a demostrar un modo de ser cuerpo, de ser físico.

Y esto no es un tema actual. Somos resabios de años de manejos y de directrices sobe cómo ser perfect@s. Actualmente se observa un gran desarrollo que tiene su objetivo en la búsqueda de la perfección corporal, a la aproximación de una serie de ideales culturales que se constituyeron del cuerpo perfecto y que, supuestamente, garantiza el acceso al mercado laboral y a una valoración alta en relación a su belleza y sus posibilidades de acceso a la vivencia de la sexualidad.

Pero, ¿viste la película 300? Más allá de la síntesis argumental de ella que escapa al interés de este análisis, te invito a que recuerdes, o busques una imagen para observar los cuerpos de las personas en aquella película ¿sabés a quiénes representan? A los espartanos. Y aquí, vamos a hablar un poco de historia.

La vida de la gente espartana es muy interesante de narrar.

Ese pueblo logró expandir sus tierras dominando violentamente a los pueblos vecinos. Licurgo, legislador histórico y mítico es considerado quien introduce las líneas básicas de la constitución y la educación espartanas. Para él, el ideal-meta era la perfección y para lograrlo renunciaron a todo escrúpulo, y se atuvieron a una filosofía desapegada que le permitiera armar una raza de hombres y mujeres perfectos. Ahora veremos cuál era la perfección según Licurgo.

La crianza espartana condicionaba desde el embarazo de la mujer, a la que se le hacía practicar ejercicios especiales para favorecer que su hijo naciese sano y fuerte. Al nacer, el niño era bañado en vino ya que se creía que el contacto del cuerpo con este líquido hacía que los epilépticos, decrépitos y enfermizos entraran en convulsiones y se desmayaran, de modo que los débiles morían al poco tiempo o podían ser identificados para ser eliminados, pero los fuertes eran endurecidos.

Si el bebé pasaba la prueba, era llevado al pórtico e inspeccionado por un consejo de sabios ancianos para juzgar su salud y fortaleza y para definir si podría llevar una vida espartana. Y quienes no hubieran pasado la prueba, eran llevados a una ladera al monte Taigeto desde donde eran arrojados a una fosa.

Esta práctica se la denomina “eugenesia” y era considerada una biopolítica estatal institucionalizada, en la cual veían un asunto de vida o muerte y de supervivencia. Su objetivo era asegurar que solamente quienes eran aptos sobrevivirían y fortalecerían la evolución manteniendo el alto nivel biológico del país y así lograr un perfeccionamiento en todos los niveles.

Y la crianza continuaba para aquellos bebés bien nacidos incorporándolos en una hermandad donde eran cuidados con sus madres y las niñeras durante 7 años. Ellas, le propiciaban una educación dura, severa y virtuosa. Los primeros años marcan al bebé para toda su vida y así lo creían las espartanas y tomaban, de esta manera, con esmero su tarea de criar a los hombres y a las mujeres. Los criaban para soportar el frío y el calor, para que no se quejen, les propiciaban una dieta tosca y natural, los entrenaban contra sus temores. A los niños espartanos entonces, se les permitía andar libremente por la naturaleza, correr, ensuciarse, escalar, trepar, ensangrentarse, pelearse y andar totalmente desnudos para que pudieran curtirse en la intemperie.

Pasada esta edad, los niños eran dejados bajo tutela militar y comenzaban una instrucción que duraba 13 años durante los cuales los niños eran educados y disciplinados por hombres con el fin de obtener “hombres”. Los detalles de este entrenamiento no valen la pena incorporarlo en estas líneas, pero sí enfatizar en que era de una rigidez paramilitar, con todo lo que eso podemos imaginar que conlleva. Se los criaba para que lo más importante fuera demostrar su inmensa energía y agresividad y con sus hermanos las relaciones era de rivalidad y competencia constantes.

En el ámbito físico, el cual atañe a este apartado, prevalecían los procesos de endurecimiento y se les hacía hacer ejercicios que favorecían el desarrollo de su fuerza y de sus cualidades guerreras latentes. Sin embargo, por el estilo de vida que llevaban, los espartanos estaban musculados pero no exageradamente. Su nivel de definición y tono muscular, en cambio, debían ser impresionantes.

Todos los aspectos de la vida del niño espartano, en fin, eran regulados para incrementar su insensibilidad al sufrimiento y su agresividad.

En síntesis, ¿notás algún parecido con la actualidad? Salvando las diferencias brutales de las que era parte la educación espartana y con las modificaciones que a lo largo de la historia debía tener un cuerpo, nos encontramos en una realidad muy similar, donde lo que compra es ese cuerpo esbelto, marcado, trabajado y el hombre ha de ser un sujeto duro, severo, curtido.

Incluso, en la actualidad existen “rutinas espartanas” para tener un cuerpo como los de antaño donde se dan tips para comer y ejercicios para realizar.

Sin embargo, no debemos olvidar que los tiempos cambiaron y que en Esparta, el pueblo vivía para la guerra. Actualmente eso es historia y hoy es importante cuidarnos, disfrutando del cuerpo que tenemos y valorando, sobre todo, todos los cuerpos posibles y reales que existen.

Gisela Medrano
CONVIVIR

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