La neurodiversidad es un concepto muy valioso y transformador, sobre todo en el ámbito de la salud, la educación y la inclusión social.
El término «neurodiversidad» fue acuñado en la década de 1990 por la socióloga australiana Judy Singer, quien es autista y promovió la idea de que las diferencias neurológicas son variaciones naturales del cerebro humano, en lugar de enfermedades o trastornos a corregir. Es entonces la neurodiversidad es una forma de entender que no todas las personas piensan, aprenden, perciben o se comunican de la misma manera, por lo tanto esas diferencias no son fallas ni enfermedades, sino variantes naturales del funcionamiento neurológico humano, y hoy se aplica también a otras condiciones como:
- • Autismo / Trastorno del Espectro Autista (TEA)
- • Déficit de Atención con/sin Hiperactividad (TDAH)
- • Dislexia
- • Discalculia
- • Síndrome de Tourette
- • Altas capacidades intelectuales
- • Otros estilos cognitivos distintos de la norma “neurotípica”
¿Qué propone la mirada de la neurodiversidad?
Que no hay una única manera «correcta» de ser o de funcionar mentalmente.
Que las personas neurodivergentes no necesitan ser «corregidas», sino comprendidas, aceptadas y acompañadas.
Que la diversidad neurológica enriquece a la sociedad y debe ser valorada igual que la diversidad cultural o biológica.
Que muchas veces lo que genera sufrimiento no es la condición en sí, sino la falta de comprensión, de apoyo y de adaptación del entorno.
El tema no es cómodo porque exige de la sociedad el esfuerzo de cambiar. Cambiar la mirada, romper con los estigmas, promover el respeto, y favorecer la creación de entornos más accesibles, inclusivos y humanos tanto en escuelas, trabajos, medios de comunicación y la vida cotidiana.