Cada persona es portadora de al menos diez microorganismos (principalmente bacterias) por cada célula de su cuerpo. Es decir que cada uno de nosotros, estamos conformados por una mayoría de microorganismos y una minoría de células humanas. Estos microorganismos se encuentran normalmente alojados sobre la piel, en las vías respiratorias, en el intestino, en las cavidades bucal, vaginal, etc. Cada una de estas poblaciones o conjunto de microorganismos o bacterias
habitando una determinada parte del cuerpo humano se denomina microbiota y el conjunto de los genes de esa microbiota se denomina microbioma. Así tenemos, por ejemplo, la microbiota del intestino y el microbioma del intestino (conjunto de bacterias y conjunto de genes bacterianos, respectivamente, de ese hábitat particular, en este caso el intestino). Un correcto equilibrio (eubiosis) y diversidad de las diferentes microbiotas (y microbiomas) del cuerpo humano es importante para el
mantenimiento de un buen estado de salud, prevenir infecciones y gozar de una expectativa de vida sana. Por el contrario, un desequilibrio de cualquiera de estas microbiotas / microbiomas (disbiosis) predispone a la persona a enfermarse.
Durante el embarazo y la lactancia materna es muy importante mantener la eubiosis microbiana de la madre, principalmente su microbiota intestinal y vaginal. Una microbiota equilibrada contribuye al fortalecimiento del eje de comunicación bidireccional intestino – cerebro y del sistema inmunológico de la madre, contribuyendo a un aumento en la producción de inmunoglobulinas (anticuerpos) tipo IgA e IgG, parte de las cuales pasan al feto en desarrollo a través del cordón umbilical, de ma- nera que el recién nacido ya va a contar con cierta protección inmunológica otorgada por la madre. También, a través de la leche materna durante el amamantamiento pasan inmunoglobulinas y bacterias beneficiosas (principalmente bacterias lácticas) al bebé. A su vez, la microbiota de la madre, es la primera en comenzar a colonizar los diferentes tejidos del bebé (intestino, piel, vías respiratorias) desde el momento del nacimiento (si es por parto natural), y luego también hay un traspaso de la microbiota de la madre al bebé a través de la leche materna, como ya indicamos, y del contacto físico del
bebé y su madre.
Hasta muy recientemente, como mencionamos en párrafos anteriores, se pensaba que estas bacterias de la madre tomaban contacto y convivían con el bebé desde el momento del parto y no antes.
Sin embargo, hoy en día gracias al desarrollo tecnológico sin pausa que se da en las técnicas “ómicas” de detección y secuenciación de genes, aumentando la sensibilidad de las mismas a límites insospechados hace apenas cinco años atrás, es que existen evidencias sobre la posibilidad que parte de la flora bacteriana de la madre pase al feto en gestación y comience a colonizar diferentes tejidos y órganos del feto antes del momento del parto. Esta colonización temprana se daría partir del
sexto mes del embarazo y de esta manera la colonización bacteriana, con la concomitante estimulación del sistema inmunológico (y quizás del sistema nervioso) del bebé, podría comenzar antes del nacimiento. Este hallazgo, desde el punto de vista académico, es muy importante porque si bien ya existía una tendencia en Europa, EE.UU. y Japón a fortalecer la microbiota de la madre durante el embarazo a través del consumo de bacterias beneficiosas (también denominadas probióticas), ahora se suma la posibilidad de fortalecer la salud y el desarrollo de la persona de manera directa desde su
etapa fetal propiamente dicha. En otras palabras, se refuerza el concepto referente a fortalecer la microbiota de la mujer embarazada y del bebé durante los primeros 1000 días, contemplando los 9 meses del embarazo y los primeros dos años de vida del bebe. Una clase novedosa de probióticos en nuestro país está representado por Bacillus subtilis (PROBIÓTICO KYOJIN) que tiene la particularidad de formar esporas muy resistentes. Las esporas poseen la robustez de una roca y la latencia y vitalidad de una semilla. Estando el Bacillus probiótico como espora, es inerte y resistente (no requiere refrigeración y es sumamente estable) pudiendo incorporarse a diferentes alimentos más allá de los probióticos lácticos tradicionales derivados de la leche (yogures probióticos). La espora probiótica ingerida con algún alimento (sólido o líquido, frío o caliente), sin alterar su sabor, gusto o aroma, atraviesa, con la robustez de una roca, de manera exitosa el ambiente inhóspito del estómago y arriba totalmente viable al intestino, donde a la manera de una semilla germina dando lugar a la aparición del probiótico activo. Algo interesante sobre Bacillus subtilis, aparte de sus efectos beneficiosos a nivel intestinal,
nervioso y metabólico, es que favorece el desarrollo y protege al otro tipo de bacteria beneficiosa o probiótica presente en la persona: las bacterias lácticas, aumentando su cantidad y actividad.
Estos hallazgos muy recientes refuerzan la tendencia médica internacional (aún muy incipiente o ausente en nuestro país) sobre la importancia de fortalecer la microbiota de la mujer, a través del consumo de probióticos, durante el embarazo, la lactancia y los primeros años de vida del bebé.
Por Dr. Roberto Grau
Dr. en Bioquímica, Pew Latin American Fellow in Biological Sciences, Fulbright International Scholar, Profesor de Microbiología de la UNR e Investigador del CONICET.