Cuando conocemos a una persona noble y bondadosa decimos que es “más buena que el pan”. Ya con esto podemos decir mucho sobre nuestro querido alimento ancestral. Quienes se dedican a la arqueología han encontrado en las excavaciones cercanas a los lagos suizos, trozos de pan sin levadura; las personas Egipcias y hebreas, realizan este alimento desde hace mucho tiempo; en Roma ya en la época de la República existían hornos públicos; en la Edad Media, el pan empezó a elaborarse en distintas formas y así se empezó un comercio donde el pan blanco era de las personas ricas y el pan negro (o pan de centeno que en aquel entonces se lo consideraba inferior), para el resto de la población.
Como sabemos, el pan ácimo (que solo se realiza con harina y agua) tiene una consonancia religiosa muy fuerte por sus implicancias en las creencias del judaísmo y el cristianismo.
Sin embargo, hoy en día existen muchísimos tipos distintos de pan y cada vez que conocemos una nueva semilla con la que realizar una harina, enseguida consideramos cómo será el pan con ella.
Y aunque nuestro querido pan de cada día tiene cientos de años acompañándonos, hace algún tiempo fue adquiriendo mala fama y ya no se recomienda o no se lo ve como antes.
El principal motivo por el cual el consumo y la fama del pan ha decaído considerablemente es por la idea sobre sus propiedades engordantes y poco saludables.
Sin embargo, si bien sus propiedades nutricionales no son altas ni las mejores, y no es un alimento básico, es casi parte fundamental de nuestra alimentación. En su forma integral y consumirlo con moderación, son algunas de las recomendaciones que más se extienden, ya que cualquier alimento en exceso engorda y puede ser peligroso. Ahora, ¿por qué hablamos de que es mejor el
pan integral? Cuando nos referimos a este tipo, es a aquel que fue elaborado con harina que contiene el grano de cereal entero, incluyendo el germen, el endospermo y el salvado molido. La calidad nutricional del salvado, que es la fibra y del germen que son ácidos grasos, proteínas, magnesio y vitamina E es elevada.
Bueno, muy bien, no es motivo de esta nota, hacer un excesivo análisis sobre los distintos tipos de pan y sus beneficios o propiedades. Sino, vamos a centrarnos en ver por qué ese “tan buen@ como el pan” hoy en día nos hace dudar y ya no sabemos si el pan es realmente bueno.
Esta mala prensa que adquirió nuestro alimento ancestral está relacionada, como muchas otras veces hemos visto en distintas cosas, al paso de la industrialización, de la comercialización. El trigo y la harina, hoy día no tienen la misma inocencia porque ya fue corrompida por diferentes ingredientes que se le han añadido para hacerlos durar más o para hacerlos más “nutricionales” y así, además de agregarle conservantes, no se respetan los tiempos de fermentación por ejemplo.
Sin embargo, el pan puede ser una buena fuente de carbohidratos necesarios para nuestro organismo. En fin, comer pan no es el problema, sino cuál elegimos. Sea cual sea el pan que elijas para acompañar tus comidas, siempre la recomendación es que optes por el de mejor calidad posible y que lo consumas fresco. También, que seas moderado con el consumo y que conozcas las propiedades del pan que decidas consumir, en vez de evitarlo por completo. Y como si esto fuera poco, lo que añadas a tu pan, no es menor: no es lo mismo untarle manteca y mermelada, que colocarle fruta por ejemplo. Buscar una buena panadería artesanal, probar distintas harinas y sabores, y cuidarte de cuánto comés, hará que vuelvas a disfrutar de este exquisito alimento ancestral sin necesidad de temer por tu salud o tu figura.
Un dato curioso: la palabra “compañero” significa etimológicamente “aquel con el que se comparte el pan”, así que… ¿hay algo mejor que compartir un pan?
Gisela Medrano
CONVIVIR