Las propiedades terapéuticas del cloruro de sodio son conocidas desde la antigüedad. Es principalmente un poderoso antiséptico que ayuda a curar cualquier tipo de herida, los marinos han prevenido siempre las infecciones curándose cualquier herida con agua de mar. En los trastornos dentales, sobre todo si existen procesos infecciosos en las encías, da excelentes resultados enjuagarse la boca con una solución de agua y sal común.
Lavar los ojos con ese mismo preparado proporciona un rápido alivio a las afecciones oculares. También la nariz y los oídos pueden beneficiarse de las propiedades antisépticas de esta sustancia. Pero además la sal posee también una capacidad antiinflamatoria; lo que se llama poder osmótico, un proceso bioquímico que se produce entre el sodio y el agua con el fin de mantener siempre el equilibrio entre estos dos elementos. Sumergir el miembro inflamado con abundante sal conseguirá un alivio inmediato, ya que el edema (líquido interno) de la inflamación se absorbe con mayor rapidez. Pero la sal es también digestiva, ya que aumenta la secreción de ácido clorhídrico, indispensable para la correcta digestión de proteínas y grasas.
Existen diversos procesos patológicos en los que el cloruro sódico debe reponerse inmediatamente. En casos de deshidratación, intoxicaciones alimentarias, colitis y hemorragias intensas resulta imprescindible efectuar una reposición salina en el organismo, ya que se ha producido un empobrecimiento mineral e hídrico. Es lo que se conoce como goteo, una solución fisiológica cloruro-glucosada, compuesta de sal y azúcar que se introduce en el organismo por vía endovenosa.
Una insuficiente cantidad de sal en la sangre puede llegar a producir trastornos importantes: vértigo, irritabilidad y nerviosismo, debilidad e incluso parálisis muscular.
Cualquiera de ellos puede corregirse fácilmente añadiendo la cantidad de cloruro de sodio necesaria para el funcionamiento del organismo.
