La comida impacta directamente en el cerebro,

y es posible usarla como una herramienta para apoyar la salud mental

Los alimentos que consumimos no solo proporcionan la energía para que el cerebro funcione, sino que también suministran los componentes básicos necesarios para su estructura física (como las grasas para las membranas celulares), su función (cómo se comunican las neuronas y se realizan los procesos cognitivos) y su química (los neurotransmisores, hormonas y otras sustancias químicas que regulan el estado de ánimo, el pensamiento y el comportamiento).
Debido a esta influencia directa, la alimentación puede ser utilizada de manera consciente y estratégica como una herramienta para apoyar, mejorar o incluso tratar condiciones de salud mental como la depresión y la ansiedad.
En este campo emergente (llamado psiquiatría nutricional) destacados autores e investigadores como el Dr. Drew Ramsey («Comer para vencer la depresión y la ansiedad»), la Dra. Felice Jacka («Brain Changer: cómo la dieta puede salvar tu salud mental»), la Dra. Uma Naidoo («Lo que la Comida le hace a tu Cerebro») o el Dr. Alan Logan («The Brain Diet: la conexión entre nutrición, salud mental e inteligencia»), junto con una creciente comunidad científica y clínica, están estableciendo una base sólida para comprender la profunda influencia de la alimentación en la salud mental. Sus investigaciones demuestran cómo la dieta modula la química cerebral, los procesos inflamatorios y la función del sistema nervioso.
No se trata solo de «comer sano» de forma vaga, sino de comprender los mecanismos específicos por los cuales los nutrientes influyen en el cerebro y aplicar ese conocimiento para diseñar una dieta que promueva la resiliencia mental y alivie los síntomas de trastornos del estado de ánimo y ansiedad, entre otros.

¿Y qué comemos?
La mayoría de estas investigaciones destacan vitaminas y minerales fundamentales para la función cerebral y la salud mental; como las del grupo B (especialmente B6 y B12), vitamina D, zinc, magnesio, hierro y ácidos grasos omega-3.  También enfatizan el consumo de alimentos ricos en antioxidantes y fitonutrientes, como frutas y verduras de colores (especialmente frutos rojos), especias (cúrcuma), aceite de oliva virgen extra y alimentos ricos en fibra, que también benefician la salud intestinal.
En un apartado importante (del que hablaremos en otra edición) se ubica el microbioma intestinal (eje intestino-cerebro), donde la salud del intestino influye en el cerebro a través del nervio vago y la producción de neurotransmisores. Para ello se recomienda el consumo de alimentos ricos en fibra prebiótica (que alimenta a las bacterias buenas) y fermentados probióticos (que introducen bacterias beneficiosas), como yogur natural, kéfir, chucrut y kimchi. Se prioriza elegir alimentos en su forma más natural, integrales y menos procesados.
Estas investigaciones coinciden en que la alimentación juega un papel fundamental en la génesis de la inflamación crónica del cuerpo y del cerebro, principalmente a través del consumo de alimentos ultraprocesados, azúcares refinados, grasas no saludables (especialmente grasas trans y aceites vegetales refinados) carnes rojas y procesadas. Señalan que las dietas occidentales a menudo carecen de nutrientes esenciales y fibra, lo que también afecta negativamente al microbioma intestinal (provocando la desregulación del sistema inmunológico y la inflamación). Una dieta pobre, el estrés crónico (exceso de cortisol), el uso de antibióticos, alto consumo de alcohol, pueden alterar el equilibrio de las bacterias intestinales, llevando a una mayor inflamación y permeabilidad intestinal («intestino permeable»), lo que permite que sustancias proinflamatorias pasen al torrente sanguíneo y potencialmente al cerebro.
En síntesis, lo que comemos tiene un efecto tangible y medible en nuestro cerebro y, por lo tanto, en nuestra salud mental. Esto implica que podemos elegir alimentos que promuevan una química cerebral equilibrada, reduzcan la inflamación, optimicen la función neuronal y favorezcan un microbioma intestinal saludable, todos factores que se han demostrado estar relacionados con el bienestar mental.


Infusión Antiestrés y Reguladora del Cortisol 

-Canela (1 ramita o ½ cucharadita en polvo). Regula el azúcar en sangre y reduce la inflamación.

-Manzanilla (1 cucharadita de flores secas). Relajante natural y ayuda a dormir mejor.

-Jengibre (1 rodaja fina o ½ cucharadita en polvo). Reduce el estrés y mejora la digestión.

-Miel o limón (opcional) – Para darle un toque extra de sabor y beneficios.

Preparación:  
Hervir 1 taza de agua.
Agrega la canela, el jengibre y la manzanilla.
Dejar reposar 5-10 minutos.
Colar y endulzar con miel o añadir limón (a gusto)

Tomar por la tarde o antes de dormir para ayudar a relajar el cuerpo y equilibrar el cortisol.

Por Andrea Busceme / Terapeuta Gestalt
Enfoque Holístico de la Salud 
iG: @mensajesenelcuerpo    

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