El camino del equilibrio

La consciencia como brújula, y el corazón como territorio, son indispensables para alcanzar nuestro destino verdadero. Pero el aprendizaje emocional y psico-intelectual de Uno mismo, es un largo camino de experiencias aprehendidas. El fruto no siempre es dulce, y la moral, la ética y la dignidad pueden perderse, por falta de madurez o carácter para resistir aquello que nos desvía de nuestro destino verdadero. Las diferentes corrientes psicológicas, filosóficas y espirituales, permanentemente han estudiado y profundizado en la experiencia, consciencia y destino de la humanidad. La vida cotidiana es la mejor escuela para ejercer nuestras virtudes y padecer nuestros defectos, claro que hacen falta la auto observación, y la capitalización de las experiencias para desarrollar nuestra consciencia y comprender cuál es nuestro lugar en este universo, y para eso debemos estar en equilibrio y ser coherentes con nuestra naturaleza y nuestro destino. Más allá de la pereza, la abulia y la subestimación personal, hay todo un desafío en reconocernos y despertarnos. En nuestra cultura occidental hemos conocido, no todas, pero muchas corrientes orientales, más allá de la judeocristiana, que de algún modo nos confirman las mismas cosas y situaciones desde distintos puntos de vista, como lo es el inicio del camino del hombre en el desarrollo de la consciencia. En todas se aborda “El camino”, “El Caminante” y «La Meta” o “El Destino”. También se menciona todo aquello que nos desvía de la meta o nos hace caer en el error; o la virtud para retomar el camino. Virtud o Defecto, Error o Acierto, Bendición o Pecado terminan siendo polaridades que nos acercan o nos alejan de nuestro Verdadero Destino. El Ying – Yang en nuestras vidas, resuena como un campanario en todo lo que nos rodea y caemos presos de esas polaridades permanente e ininterrumpidamente. Somos llevados de las narices hacia sentimientos de odio, rabia o de impotencia, de apatía, tristeza, angustia etc. O nos regocijamos en la euforia, el desenfreno, la lujuria, el arrebato, el éxtasis, el placer o la alegría, para inmediatamente caer en el miedo, el autoengaño o la venganza. Estas polaridades son abordadas también por las nuevas corrientes psicológicas transpersonales en Occidente y en América Latina, uniéndose con las corrientes chamánicas precolombinas.  Son 7 polaridades para la cultura Judeocristiana en occidente, 9 para las filosofías de Medio Oriente. También hay diferentes números en otras culturas como las precolombinas y asiáticas, pero en definitiva el desarrollo de la consciencia del Ser, se basa en el equilibrio entre las diferentes polaridades mientras nos observamos “observando y transitando el camino”, el desequilibrio nos desvía y debemos recuperarlo, si no queremos caer en el error. Este Ying –Yang, de femenino/masculino, negativo/positivo, alto/bajo, superficial/profundo, nos propone un universo polar en el cual debemos equilibrarnos sin detener el diástole y sístole, la inspiración y la exhalación. Porque detener la dinámica de las polaridades, es detener la vida. Debemos trascenderlas y no esquivarlas o destruirlas. Las principales polaridades están resumidas en las Virtudes y Pecados Capitales:  Humildad /Soberbia, Generosidad /Avaricia, Castidad /Lujuria, Paciencia/ Ira, Templanza /Gula, Caridad/ Envidia, Diligencia/Pereza  para occidente y dos polaridades más de vicios y virtudes en Oriente Medio: Miedo / Valentía, Engaño / Honestidad. No vamos a extendernos en por qué Occidente borró justo esas dos polaridades de su filosofía religiosa, pero ambas corrientes de pensamiento revelan que estas polaridades pueden invertirse a través del equilibrio y la compensación. Para reemplazar una cosa por otra, hace falta algo fundamental: tener ganas; algo que viene en baja en las últimas generaciones, donde, “vivir”, como dicen ellos, “les da paja”. Las ganas no vienen solas, también hay que ejercerlas y ejercerlas con entusiasmo, algo que también parece haber quedado en desuso como experiencia única e individual. El entusiasmo viene de, “Estar en Dios”, o de ser “tomado por la divinidad”, puede describirse como un arrebato u éxtasis de alegría y ganas de actuar en nombre de un ideal u objetivo que nos motiva de manera trascendente. 

El Caminante debe trascender el Camino si quiere alcanzar su Meta, para eso uno debe desarrollar la Consciencia y ese es el Camino y la Meta.

Por Ignacio Conde

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