Asistimos a la convergencia de tiempos y espacios caóticos, donde todo lo humano se cuestiona y se pone en duda. Filosofía, religión, política, economía, todo está siendo confrontado sin importar la razón o la verdad. Solo por “ser humano” ya parece cuestionable y hoy la defensa de las especies, el clima, el medioambiente, las tecnologías y las individualidades afectadamente egoístas, están por encima del ser humano y sus tradiciones ancestrales.
Hoy proliferan ideologías Errantes o Mutantes, Condicionamientos Neuro sociales o Psicosociales, que formatean a las personas; se crean movimientos colectivos que asemejan a ideologías, pero no lo son. Vemos surgir estos movimientos colectivos que capturan la atención y generan un fervor casi ideológico, pero al analizarlos en profundidad revelan una gran falta de sustento y coherencia. Al profundizar en ellas se desmoronan como castillos de naipes.
Por más que muchos se identifiquen y queden atrapados en ellas, creando caos, tensión y choque contra las formas y costumbres tradicionales, rompiendo el tejido social, no permanecerán por muchas décadas, y sus consecuencias serán agentes del cambio y la transformación social, ya que nada será como antes, después de atravesarlas. La naturaleza efímera de estas «pseudo-ideologías» contribuyen a una veloz desintegración de lo que es real, pasando a un lenguaje de interpretación, donde todo es relativo, cuestionable o hasta adaptable y reemplazable, incluyendo valores y principios humanos ancestrales, cuando no, derechos inalienables.
El auge de las redes sociales y la inmediatez de la información juegan un papel crucial en esta volatilidad de ideas de promiscuidad intelectual, donde todo se polariza y se bastardea, perdiendo el sentido común. Influyen los sesgos cognitivos, las emociones colectivas y la necesidad de pertenencia en la adopción de estas ideas fugaces, podríamos hablar de una especie de «contagio» conductual a nivel social. Una pandemia generada por el virus de la desinformación y la degradación intelectual.
La diferencia fundamental con las ideologías tradicionales son los elementos distintivos (historia, filosofía, propuestas políticas concretas) que poseen las ideologías arraigadas y que les otorgan esa perdurabilidad y profundidad de la que carecen estos movimientos efímeros. Las consecuencias en el tejido social, el caos, la tensión y el choque con las tradiciones son efectos palpables que se manifiestan en una ruptura o desintegración con implicaciones catastróficas para la cohesión social y la sana convivencia
Muchas personas se aferran fuertemente a estas construcciones frágiles que no satisfacen necesidades psicológicas o sociales, pero que dan un motivo de lucha y compromiso con el cual pueden identificarse. Debemos preguntarnos cómo se podría generar un pensamiento crítico que permita discernir entre una ideología con sustancia y una moda pasajera, errante o mutante.
La proliferación de estos movimientos colectivos que, a primera vista, exhiben la vehemencia y la adhesión característica de las ideologías, plantea interrogantes cruciales sobre los mecanismos psicosociales que impulsan su adopción y las consecuencias que acarrean para el entramado social, ya que está claro que sin la tecnología de medios no podría propagarse y son el caldo de cultivo de los condicionamientos.
La velocidad vertiginosa de la información en la era digital y la omnipresencia de las redes sociales actúan como un caldo de cultivo ideal para la rápida propagación de estas ideas. Los condicionamientos sociales juegan un papel fundamental en este proceso. La fragilidad mental frente a la solidez ideológica y la necesidad inherente de pertenencia, la búsqueda de identidad, en narrativas colectivas y la susceptibilidad a los sesgos cognitivos pueden predisponer a postulados que ofrecen respuestas simplistas a problemáticas complejas. En estos casos, la intensidad emocional y la presión grupal pueden eclipsar la reflexión profunda y el análisis riguroso llevando a la ruptura del tejido social y a desafíos políticos complejos.
La identificación ferviente con estas construcciones ideológicas frágiles trae consecuencias. La polarización, la intolerancia hacia las perspectivas diferentes y el choque con las formas y costumbres tradicionales son manifestaciones comunes. Se genera una tensión que erosiona el diálogo constructivo y fragmenta el tejido social. La búsqueda de una identidad colectiva a través de estas “pseudo-ideologías” puede paradójicamente conducir a la exclusión y al enfrentamiento con aquellos que no comparten sus postulados, generando un clima de crispación y división, no solo en los nichos sociales, sino en las familias o dentro de las empresas y academias.
Ante este panorama, se torna imperativo fomentar el desarrollo del pensamiento crítico y la capacidad de discernimiento. Es crucial educar en la identificación de falacias argumentativas, promover la reflexión profunda sobre las propias creencias y alentar el diálogo abierto y respetuoso. Solo a través de una ciudadanía informada y capaz de analizar con rigor las ideas que circulan en la esfera pública podremos evitar caer en la trampa de estas “ideologías errantes”, construyendo en cambio un debate social más sólido y una convivencia más armoniosa.
Por Ignacio Conde
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