“Lo esencial es invisible a los ojos”… Como la capa de ozono, que es esencial para la vida en la Tierra, protectora de la radiación ultravioleta que se compone de ozono, generado tras la acción radiactiva del sol sobre las moléculas.
Hace unos cuantos años, en la década de los ‘50s científicos británicos habían descubierto un agujero en la capa de ozono, principalmente sobre la Antártida y en los años ‘80s se confirmó su gravedad. Este fenómeno se ha generado por varias moléculas que contienen cromo y bromo y que se encuentran en productos hechos por los humanos que causan la destrucción del ozono de la atmósfera arruinando el espesor de la capa. Estos productos son principalmente los aerosoles, los refrigeradores, congeladores, aires acondicionados, espumas sintéticas, etc. Los elementos químicos que componen estas mercancías, son conocidos como clorofluocarbonos (CFC) y pueden estar activos en la atmósfera por más de 100 años y mantenerse allí moviéndose lentamente hasta descomponerse.
También, vale aclarar, hay fenómenos naturales que perjudican la capa de ozono, tales como las temperaturas en las capas altas de la atmósfera y las erupciones volcánicas. Por su parte, las vacas y los demás animales rumiantes, tienen su porcentaje de responsabilidad en la emisión de gases que producen efecto invernadero y afectan al ozono atmosférico. Los resoplidos y las flatulencias de éstos, expulsan metano: gas que produce calentamiento global, lo que tiene un efecto directo en el cambio climático y de esta manera empeora el riesgo en la capa de ozono. Investigadores de la FAUBA, evalúan de qué manera disminuir estas emisiones trabajando en la alimentación de estos animales.
Por achicarse la capa protectora de la Tierra, la radiación ultravioleta del Sol aparece con más fuerza sobre el planeta y puede tener efectos dañinos para la vida en todas sus formas. Cáncer de piel, cataratas, riesgo para el sistema de plantación, desaparición del plancton marino generando así una cadena de peces que morirían de hambre y se extinguirían, son algunos ejemplos de problemas que se podrían producir. Por eso, el agujero descubierto en Antártida es y fue un tema a tener en cuenta y a trabajar. Este agujero tiene una extensión similar a los Estados Unidos y una profundidad igual al Monte Everest. Poco tiempo después del descubrimiento de este fatal fenómeno, se creó el llamado Protocolo de Montreal que firmaron los países donde se compromete el uso menor de los gases que hacen daño a la capa de ozono. Y anualmente, se hacen mediciones en el mes de octubre, para llevar adelante un seguimiento del avance o la recuperación del agujero.
Hace unos años se ve un avance de recuperación en el tamaño de la abertura. Algunos investigadores, sostienen que la base de esta buena noticia tiene que ver con el Protocolo Montreal ya que se ha demostrado que la influencia cada vez menor de los CFC en la atmósfera abarcan la curación, lenta pero firme de la capa de ozono. Otros tantos investigadores, descreen de esto totalmente.
Sin embargo, la situación es más alarmante de lo que se creía y para una recuperación realmente total y efectiva es necesaria una eliminación completa de los CFC en todos los países y de políticas públicas donde se pueda acceder a los productos necesarios pero sin dañar el medio ambiente. No lo vemos, y hay quienes sostienen que si no se ve, no existe. Pero este, es uno de los casos en los que la excepción hace a la regla y aunque no se vea, existe. Y si no lo cuidamos, lo vamos a sentir con mayor gravedad. G. M.