AMOR PROPIO

Elegir desde la iniciativa personal sin ser descalificada o descalificado, tomar decisiones sin temor a perder el amor de alguien querido, limitar conductas que suponen daño, constituyen pasos para la construcción de la autoconfianza. Esta cualidad se vincula con la seguridad, la tranquilidad de espíritu, la búsqueda personal de plenitud, la fluidez de la consciencia, la espontaneidad, el autocontrol y un estado de armonía entre cuerpo-mente y espíritu. En cambio, cuando la iniciativa personal se ve teñida por influencias externas como, por ejemplo, la necesidad de agradar, se produce la erosión de la autoconfianza. Uno de los alcances más potentes de esta pérdida de amor propio es la vacilación permanente que, en algunas personas, llega hasta niveles de duda existencial, respuestas ambiguas, inseguridad, falta de horizonte claro, pesadez corporal y gran desgano. El “poder personal” es parte del amor propio, es una fuerza, cuyo fundamento y nutriente es la autovaloración interna. Una cualidad preciosa que se fortalece desde la raíz del Ser y repele todo tipo de imposición externa. Emana desde dentro, de la fuente, y actúa a través de cuerpo, mente, emociones y espíritu. Comprender que nada, ni nadie, podrá tener poder sobre mí, ni sobre el propio destino, a menos que se lo permita, constituye un desafío que da lugar a la autocompasión y el sentido de responsabilidad; implica deconstruir la matriz de vínculos que dañaron y comprender de manera compasiva el lugar que se ha ocupado en las relaciones que afectaron el amor propio. 
La autoconfianza está enlazada con las decisiones enteramente propias, aunque, éstas a veces signifiquen ciertos “costos”, como el deceso de relaciones. Al principio, duele emocionalmente, sin embargo, cuando se elabora, deja lugar para advertir el disfrute de poder elegir. Nadie puede gozar si existen fuerzas que lo o la obligan a pensar, sentir y hacer de una manera no genuina. Al placer lo caracteriza su naturaleza espontánea, no está sujeto a órdenes. Aparece cuando la voluntad cede y el ego renuncia a su hegemonía sobre el cuerpo. El placer corporal no es una sensación puramente sensitiva, es decir, asociada al sentido del tacto, vista, olfato, gusto, oído, es mucho más que eso. El estado de armonía interna se entronca con niveles profundos de conexión con el placer. Todo esto supone una sinceridad y equilibrio entre la expresión de los pensamientos, sentimientos y sus acciones. Si se experimenta esta fidelidad, entonces se vivirá llena de amor propio, un proceso que nada tiene que ver con el ego o, dicho en términos sociales, al egoísmo. Más bien todo lo contrario: cuanto más amor propio se advierta, más posibilidad de dar y recibir se tendrá.  El amor propio nos lleva a ser “Uno” en el universo y no hay ninguna paradoja en esto. 

Por Alejandra Brener
Terapeuta corporal bioenergetista
alejandrabrener@gmail.com
Facebook Alejandra Brener Bioenergética
Instagram: @espacioatierra

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