Agustín tuvo un sueño, que parecía imposible, o poco probable para él que de chico no sabía andar en bici. Una pavada, pero lo avergonzaba un poco. Hoy ya adulto de sonrisa clara nos cuenta que es economista y fotógrafo. Que dejó su trabajo en una importante empresa y decidió viajar por África en bicicleta. Encaramado a las dos ruedas recorrió rutas y caminos, durmió en los jardines de las casas, fue compañero de un hipopótamo que corrió junto a él, pero lo más importante es que descubrió su vocación, otra distinta, a los treinta, subido a su imposible.
Mi travesía inició en 2017 y terminó a fines de 2018. La bicicleta fue mi medio pero mi insentivo era poder ingresar a los colegios, y de alguna forma dar charlas motivacionales allí, transmitir un mensaje desde mi imagen de “súper héroe”– o antihéroe- en bicicleta, comulgar con los chicos, ver ahí que les pasaba. La realidad es que fue increíble la devolución en todos lados. Me sentía de alguna forma realizado. Sentía que estaba aportando, haciendo lo mío. Cuando volví a Buenos Aires- a la realidad- me sentí motivado a seguir haciendo ese trabajo, seguir dando charlas motivacionales en colegios.
-Entonces, ¿fue un «viaje iniciático» para vos, qué te iluminó?
–Te diría que de alguna forma fue el transmitir esta idea de que uno es capaz de mover al mundo, de hacer lo que cree o quiere. Un pequeño empujón, un hacerles entender lo que son o lo que realmente valen. En África hay mucho más conservadurismo, muchas ideas que limitan a las personas y generan mucho roce, mucha indiferencia. Entonces me parecía bueno llegar para transmitir ese mensaje… Estamos cansados de que pasen cosas malas, verlo por la tele y no estar pudiendo hacer nada. Para mí el futuro es de los chicos y si uno quiere cambiar las cosas tiene que ir a cambiarlas ahí. Con educación, con formación. Entonces me pareció que si quería torcer un poco la balanza lo tenía que hacer desde ese lado. De ahí surge la motivación.
-¿Y por qué te tuviste que ir tan lejos?
-África no sé si fué una elección, sino una cuestión pseudo romántica, el deseo de la aventura y lo desconocido. No quería que sea algo sencillo. Quería un desafío en el medio.
-Volviste y ahora…?
– Quizás hoy me doy cuenta de cosas que antes no veía. Hay situaciones que a uno le suceden en la vida, que hacen darse cuenta de cosas, pero hasta que alguien no viene y te lo dice o esa cosa no te sucede, no la ves… Mi motivación es tratar de darle confianza al más chico (y al más grande) y creo que uno va sumando para el bando que trata de hacer bien las cosas. No tratando de creerme el santo o el gurú ni mucho menos! No hay que ser santo para tratar de hacer las cosas bien o por lo menos tratar.
Agustín nos cuenta que ahora se dedica hacer fotografía freelance – expuso su trabajo en marzo pasado – a dar clases y charlas vocacionales en colegios (secundarios) con la tarea de “tratar de sacar la pasión y la verdadera motivación del alumno a la hora de elegir su futuro, su carrera”. Nos cuenta una anécdota: “-hace poco que fui a un colegio, acá en Buenos Aires, a dar una charla para 80 alumnos y cuando termino se acercan el director y profesores a hablar conmigo y luego viene una chica, nos interrumpe muy tímida, incómoda y me dice: “te tengo que dar las gracias no sabía qué carrera seguir y ahora me decidí por la medicina…» Fue increíble para mí, me hizo sentir que todo mi esfuerzo, el viaje, habían valido la pena.
-Pregunta final: ¿Qué significa la bicicleta?
-Significa mi límite, lo que no podía hacer. Lo que de chico me atemorizaba y avergonzaba. Lo que pensaba que nunca iba a poder dominar. Mi vínculo con la bicicleta es el de querer demostrar que uno sí puede. Creo que todos tenemos esos límites que uno se impone o le imponen. Y es bueno saber que uno puede cambiar la imposibilidad por posibilidad…<
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Cecilia Andrada – CONVIVIR