Un cuerpo tóxico es aquél que provoca alteraciones más o menos graves en las funciones vitales del organismo, y pueden ser de origen animal, vegetal o mineral. Pero ¿en qué dosis y hasta qué punto se ejerce una acción tóxica marcadamente apreciable?
El arsénico el plomo y el aluminio en LIGERAS dosis, no son tóxicos más que al cabo de un gran número de años, tal vez nunca, si estas dosis son ínfinitesimales. Se trata de efectos tóxicos acumulativos LENTOS que generalmente escapan a la observación, o directamente se soslayan como en el caso de la alimentación balanceada para anímales de cautiverio que no llegan a enfermarse porque los sacrifican ANTES para destinarlos al consumo humano.
Esta noción de toxicidad acumulativa LENTA se estudió en los obreros que trabajaban con pintura de plomo (saturnismo) y en las fábricas de anilinas (cáncer de vejiga), y ahora se pone en evidencia masiva por el uso de múltiples productos químicos en la industria alimentaria y la prolongación de la expectativa de vida (o de muerte) en las poblaciones hacinadas en las ciudades y que dependen de los proveedores de insumos.
Se estima en más de un millar de aditivos artificiales y con frecuencia se trata de colorantes azoico, entre los más conocidos está el paradimetilaminoazobenzeno, cancerigeno del hígado.
Mucho tiempo atrás, el genial médico alquimista Paracelso sostenía que no existe veneno ni remedio, todo depende de la DOSIS.
Leibniz fue el primero en contemplar el principio de la ACCION MINIMA y al que gustaba llamar «principio de las vías brevísimas» o de “las formas óptimas» (Ortega y Gasset, Leibniz, p. 55, EMECE Bs .As., 1958)
La Homeopatía parte del principio de similitud similia similibus curantur, lo semejante se cura con lo semejante, y emplea PEQUEÑAS dosis del producto que, a FUERTES dosis, ocasiona la misma enfermedad en el Individuo sano. (La confusión entre el sintonía y la enfermedad no se plantea aquí). Al igual que la alopatía, la quimioterapia, la cirugía, la fitoterapia, la psicología, la Vit. B 17 antimaligna, también resultó un estrepitoso fracaso frente al cáncer, porque no hay toxina ni remedio en megadosis o infinitesimal que valga. Como canta Gardel en un conocido tango turfistico «hay que creer o reventar».
W.C.Huerper, presidente en su momento de la Comisión de Prevención contra el Cáncer y de la Unión Internacional contra el Cáncer, dijo lo siguiente: las características TOXICAS de un producto químico no están forzosamente en correlación con sus posibles propiedades CANCERIGENAS.
Por Ej., la 2-naftílamina, que entra en la molécula de numerosos colorantes utilizados en los alimentos, posee un DEBIL grado de TOXICIDAD aunque se trate de uno de los cancerigenos más poderosos que conocemos» (Journal of
Applied nutrition, 10; 549-565, 1957).
El Dr. James Emerson, vicepresidente de Coca~Cola, uno de los directores del Intemational Life Sciences Institute (ILSI) con sede en Washington, a su paso por Buenos Aires para asistir a la Conferencia de Tecnología Alimentaria del MERCOSUR declaró que «prestamos mucha atención a trazas de químicos y gastamos grandes cantidades de dinero en analizar aditivos que están testeados detalladamente y dejamos de lado problemas básicos, como las condiciones sanitarias y de higiene de los alimentos. La gente no se enferma por los aditivos sino por los problemas de manipulación»… ni siquiera en LARGO PLAZO, pues “cuando comemos, frecuentemente olvidamos que la comida está compuesta por químicos”. Por ej. Cuando preparamos un asado quemado, creamos químicos muy potentes que pueden producir cáncer. ¿Por qué no lo contraemos? La respuesta es que nuestra exposición es tan baja que no hace ninguna diferencia. Dejamos a un lado el trozo quemado y reducimos nuestra exposición sin darnos cuenta.
Este el un ejemplo de un material toxico muy potente que no crea problema para nosotros» Tenemos que saber claramente cuál es nuestro nivel de exposición. Somos muy efectivos para identificar materiales peligrosos, pero perdemos el foco cuando se trata de extrapolar qué significan esos datos considerados sobre la base de una BAJA exposición diaria humana» (La Nación p.4; 1/9/1999).
Estos potentes y poderosos cancerígenos que no son tóxicos, según se afirma en completa ignorancia/desconocimiento del problema real, no dejan de ser verdaderamente preocupantes, porque las palabras Toxico, CANCERIGENO y CARENCIAL no parecen representar todavía una sola y única noción.
Los cuerpos que ingeridos tanto en altas como en bajas dosis y ejercen SU acción nociva en un corto o largo plazo, configuran la TOXICIDAD POSITIVA, actual o diferida (‘Potenciar según Aristóteles; «futuriza» diría Julián Marias).
Si la alimentación es deficitaria de elementos protectores, sobrevendrá indefectiblemente la aparición de trastornos fisiológicos resultantes de la carencia. Es la toxicidad negativa y que bien puede llamarse CARENCIA TOXICA.
Entre otros muchos cuerpos debe citarse el cobre, que ingerido en fuertes dosis ocasiona graves accidentes de intoxicación (ictericia, hemólisis) y su falta, como la de riboflavina o vit. B2 priva a la alimentación de su carácter protector inmuno defensivo.
Para el Ing. Agr. André Voisin (Suelo. Hierba, Cáncer; p.283) hay dos clases de toxicidad negativa por carencia:
1) El efecto tóxico PRIMARIO resultante de la falta de un elemento indispensable para el buen funcionamiento metabólico celular;
2) el efecto tóxico SECUNDARlO debido a la falta de un elemento protector que permite al cancerigeno ejercer su acción nociva.
A nuestro entender, ambos efectos pueden confundirse en un solo concepto: la disenzimia o enzimopatía básica fundamental, que no es otra cosa que el bloqueo de la función anti-toxica del hígado (HOUSSAY, Fisiología Humana, p 1399), resultante de la CALIDAD BIOLOGICA ALIMENTARlA.
Jorge Antonio Tallón