El trabajo de todos los días

Si tratamos a los demás como nos gustaría que nos traten a nosotros, la historia comienza a funcionar de otra manera. Nos sentimos más contentos, más plenos y conformes. Y dejamos de vivir pendientes del «qué dirán». Nos convertimos en nosotros. Nos damos cuenta que somos una fuente de poder, una usina que no necesita nada… porque se tiene a sí misma. Los momentos de recogimiento, de oración, son necesarios. Son los instantes en que nos elevamos y nos encontramos con nuestra alma, que comprendemos quienes somos realmente. Pero el trabajo está acá, la tarea que tiene que realizar el alma para su crecimiento, se realiza todos los días. «Con la vara que midas serás medido». Nunca mejor expresada la Ley de Causa y Efecto, el famoso Karma de los hindúes traído a occidente. Con esa misma vara que medimos (juzgamos, criticamos) a quienes nos rodean, seremos juzgados nosotros mismos. Porque si actuamos de esa manera, estamos vibrando en la ignorancia, en el desconocimiento de nuestra esencia, y funcionamos dentro de la esfera de pensamiento ilusoria.

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