La UNESCO y la Fundación SM presentaron recientemente la versión en castellano del Informe mundial sobre la profesión docente, un documento que no solo expone la crítica situación del magisterio a nivel global, sino que también propone un cambio de paradigma: transformar la profesión docente desde sus raíces. En el contexto argentino, donde los maestros enfrentan múltiples desafíos —salarios insuficientes, aulas sobrepobladas y creciente desgaste emocional— las conclusiones de este informe global suenan especialmente cercanas.
El diagnóstico es contundente: la escasez de docentes, lejos de ser una mera cuestión numérica, es un fenómeno complejo y estructural. Tal como advierte Carlos Vargas, jefe de desarrollo docente de la UNESCO, revertir esta tendencia requiere decisiones políticas integrales, coherentes y sostenidas. No alcanza con sumar cargos docentes si no se mejora su formación, su bienestar y su lugar en la sociedad.
Un decálogo con mirada humana
El informe se acompaña de un Decálogo de condiciones para transformar la educación desde los equipos docentes, elaborado de forma colaborativa con docentes de Iberoamérica. Allí se plantean diez ejes básicos: desde mejorar el bienestar integral y reducir la burocracia, hasta fomentar la colaboración entre docentes y familias, reforzar la formación continua, y garantizar salarios dignos y entornos saludables.
La centralidad del docente en el sistema educativo no es novedad, pero este informe insiste en una idea fundamental: ningún sistema educativo puede ser mejor que sus docentes. Esto ya lo decía el célebre informe McKinsey de 2007, y hoy se vuelve más urgente que nunca.
¿Y en Argentina?
Aunque las realidades entre países del llamado «primer mundo» y los nuestros difieren en presupuesto y estructura, las necesidades del cuerpo docente parecen hermanarse. En Argentina también se reclama por menos carga horaria, menos burocracia, más tiempo para planificar, acompañamiento psicológico, y un reconocimiento real del valor que implica enseñar en contextos complejos.
Además, tanto aquí como allá, se evidencia el riesgo de que el docente quede atrapado en una lógica individualista, sobrecargada, sin espacios reales de trabajo en equipo. En ese sentido, la propuesta de avanzar hacia una cultura colaborativa, donde la co-docencia, el apoyo mutuo y la autonomía profesional ganen terreno, resulta profundamente aplicable a nuestro país.
Escuchar al docente: punto de partida del cambio
Durante las presentaciones del informe en España, se recogieron las voces tanto de docentes con trayectoria como de estudiantes de Educación. A pesar de sus diferencias, ambos grupos coincidieron en lo esencial: hace falta cuidar a quienes enseñan. Reducir el número de alumnos por aula, repensar el tiempo escolar, proveer materiales adecuados, garantizar estabilidad y fomentar el desarrollo profesional son reclamos repetidos y urgentes.
En un sistema como el argentino, donde abundan las reformas curriculares pero escasean las políticas de fondo para el sostenimiento docente, este informe mundial ofrece una brújula. No una receta mágica, pero sí un marco: escuchar a los docentes, darles espacios reales de participación, y entender que educar no es solo dar clases, sino sostener emocionalmente a una comunidad.