Ecuanimidad para la soberanía personal

La persona ecuánime fluye con los acontecimientos internos y externos de la vida, sin juzgarlos y sin oponer resistencia. No hay lucha contra los estados de ánimo ni contra las acciones de otros. Se acepta lo que sucede, se “deja pasar”, sin que ello signifique, en modo alguno, pasividad.  Por el contrario, se trata de comprender lo que ocurre y aceptarlo para actuar en consecuencia. Ser ecuánime significa convertirse en un espectador o espectadora de lo que acontece, sin permitir que las circunstancias atrapen, secuestren y lleven a reaccionar en automático. Esta actitud predispone a detectar con mayor facilidad las oportunidades y los aspectos más amables de la vida. Practicar la ecuanimidad, ayuda a transformar los estados internos negativos en otros más placenteros. Discernir con ecuanimidad representa un acto libre y consciente que compromete la propia responsabilidad. Esto quiere decir, darse el permiso para asumir riesgos y tomar decisiones, incluso si se experimenta miedo. Ser responsable de sí mismo también abarca las cualidades de amabilidad para consigo, la compasión y la autovaloración de los actos realizados. También involucra asumir las consecuencias de los comportamientos, actitudes y expresiones sobre una y los demás con ternura, sin juzgarse severamente. Actuar de forma responsable lleva consigo, decidir y comprometerse con valores conforme a los cuales deseamos vivir. Es decir pensar, sentir y actuar con coherencia. Esta coherencia, por lo general, no sucede de forma mecánica, se va creando desde la honestidad consigo. El discernimiento, la ecuanimidad, la responsabilidad sobre los propios actos forman parte del poder personal y se asientan en el registro de la presencia. La acción con discernimiento es aquella que surge de manera espontánea porque es parte de nuestra naturaleza primaria. No es una reacción. No sucede mediada por el pensamiento, sino que lo hace mediante la sabiduría de la consciencia. Acude a modo de alerta, sugerencia, información sobre situaciones peligrosas. Si se atiende, da inicio a una compleja alquimia donde se comparan datos, escenarios, experiencias almacenadas en la memoria, y, en pocos segundos, habilita un campo para actuar y lo más maravilloso es que el acto se produce bajo el manto del amor propio.

Por Alejandra Brener
Lic. en CC de la Educación
Ter. Corporal – Bioenergetista
alejandrabrener@gmail.com
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