Llamo “lógica de lo asombroso” a todas aquellas señales asentadas en una posibilidad que trasciende lo observable. Son hechos, coincidencias, encuentros, rodeados de cierto misterio junto a intuiciones y situaciones milagrosas. Asombran porque funcionan desde una sutilidad que hace abrir boca y ojos. Son una muestra de que nuestra vida está muy poco regulada por forzamientos, controles abusivos que intentan empujar con tozudez sucesos que aún no están maduros para desarrollarse. La naturaleza es la maestra de esta magia, ella hace crecer la vida de manera sutil, sin embargo, la mano humana, en ocasiones, apura el crecimiento y se producen tremendos desastres que desequilibran el libre flujo del vivir. La avidez por develar aquello invisible que produce el movimiento vital es un anhelo que adquirí desde niña cuando observaba el recorrido de las hormigas cargando hojas del tamaño de su cuerpo o miraba fijo a las plantas después de regarlas para lograr detectar el estirón del tallo. Hoy este afán es más complejo y pretencioso porque intento descifrar la lógica de las sincronías, es decir de esas pistas que, a veces, se presentan ligeramente y las dejamos pasar, pero que traen consigo información valiosa. Una frase de un libro, un letrero luminoso, un encuentro inesperado, un accidente que nos hace pausar, y muchas más oportunidades que manifiestan datos vinculados con el momento presente y quizá facilitan respuestas a dificultades preocupantes. La lógica de lo asombroso puede vivirse cuando se habita el presente, se valora las pequeñas cosas, se aprecian las pausas en el caminar y se despeja la mente entre acción y acción, es ahí donde se nos cruzan los hechos causales – no casuales- y nos proporcionan datos útiles para discernir por dónde continuar. La opción de considerar positivamente encuentros fortuitos, giros del destino o caminos que súbitamente doblan en direcciones inesperadas, ayuda a soltar el control, la actitud vigilante que tensiona, los miedos que paralizan y no favorecen un andar relajado. Lo increíble es que los sucesos imprevistos pueden reservar planes nunca imaginados y llevarnos a interpelar destinos prefijados, a aprender a ser flexibles, a divertirnos ante el juego de la existencia. Sería como rescatar la ingenuidad de la infancia en la adultez. ¿No es un reto hermoso?
Por Alejandra Brener/Terapeuta corporal bioenergetista
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