Elaborar cada uno de nuestros síntomas, arroja luz sobre los mecanismos que los han accionado. Las dolencias físicas y emocionales que se registran suelen estar acompañadas de un profundo cansancio corporal. Es que, en diversas circunstancias de la vida, el cuerpo estuvo amenazado y con tanta tensión que, cuando amainó el “peligro”, emerge lo guardado como si las puertas de un dique se abrieran de par en par. W. Reich (1958) dice que el inconsciente está en los músculos, que, ante impactos severos, producto de situaciones traumáticas, el cuerpo genera el sistema defensivo de corazas que, a modo de barrera y defensa, generan traumas. Cuando esta armadura biológico-energética comienza a ceder, por efecto de la elaboración físico-emocional se hacen visibles muchos pactos dañinos efectuados sin consciencia, mecanismos, más o menos sutiles de abusos de poder, autoridad, sexuales. Animarse a romper viejos acuerdos, muchos sostenidos por miedo, requiere un gran gasto de energía, es el primer paso para dejar ir aquello que ha oprimido. Cada vez que se rompe un acuerdo, todo el poder que se ha utilizado para crearlo, vuelve. La autoconfianza llega cuando se vislumbra el resplandor de una nueva fuerza en crecimiento que se utiliza para limitar comportamientos abusivos. Poco a poco, se comienza a comprender que, demarcar el propio espacio, es protegerse, es crear una envoltura segura con la suficiente labilidad para expresar lo que se quiere sin acorazarse. Si se ha soportado una vida de mentiras y manipulaciones y el cuerpo se acorazó, se blindó, aunque la persona no haya sido consciente de ello. De modo que el proceso de decodificación requiere sumergirse en rutas escarpadas. Ahí viene el descenso. Recorrer el túnel subterráneo donde yacen agazapadas emociones guardadas, recapitular todo lo vivido y realizar un resumen de los dolores profundos o sentarse directamente sobre las cenizas de lo que antaño se creía ser y seguir adelante a partir de ahí. Es una tarea que incluye paciencia, compasión, audacia y coraje. Desapegarse significa dejar ir todo aquello que no nos deja avanzar para dar espacio a novedades. Dejar de aferrarnos a lo que nos causa peso o dolor. Deshacernos de lo incómodo, de las ataduras, y vaciarnos para volver a ocupar el lugar de manera renovada. Allí hay un potencial que no pudo ser usado, por ingenuidad, ignorancia, comodidad, repetición de patrones o mandato social-familiar que era necesario recuperar. La recuperación de la autoconfianza ocurre cuando se desenmascaran maltratos. El desafío consiste en ir atravesando umbrales mediante la pérdida del miedo y, haciendo “cuerpo”, la expresión: “Yo soy la principal autoridad en mi mundo”
Por Alejandra Brener
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