Hace muchos años, al comienzo de mi carrera como veterinario, trabajaba en Mapa: una asociación protectora de animales que tenía un hospital Veterinario. Allí era frecuente ver a artistas de la talla de Catulo Castillo, Homero Manzi, Mirian de Urquijo, José Marrone y su señora y muchos otros. Se atendían unos 100 animales por día y se hacían unas diez o más cirugías diarias. Como recién recibido, me pegaba a los “viejos”, que ya tenían dos o tres años de experiencia. Todavía estaba lejos mi ingreso a la homeopatía, allí me encontraba realizando mis primeros palotes en clínica y cirugía. Recuerdo una noche especial del 24 de diciembre de 1978. Éramos tres colegas para atender todo lo que cayera y no paramos en toda la noche. Hasta las 22 horas fueron casos más o menos rutinarios, luego paramos para cenar. Unos vecinos trajeron algo de comida para compartir. El lugar más limpio de toda esa vieja casona era el quirófano y allí pusimos la mesa, cenamos, conversamos, reímos, hasta que dieron las doce, nos abrazamos y brindamos. A partir de allí comenzó nuestra tarea. Perros que asustados con los petardos rompieron ventanales, se cortaron, suturas, sueros, antibióticos. A algunos había que ir quitando vidrios clavados en su cuerpo, otros intoxicados con pan dulce, chocolates, garrapiñadas etc., no paraban de vomitar. Los más viejitos con problemas cardiacos, que se agravan por el susto que provocan los petardos, se les daba oxígeno y alguna droga para equilibrarlos. Qué diferente hubiera sido, si por aquellos días hubiera tenido el conocimiento que tengo hoy. Con los medicamentos homeopáticos, las herramientas se hubiesen multiplicado y todo habría sido más sencillo. Uno va recordando casos emblemáticos durante su carrera… de aquel día tengo algunos: Dos parejas de jóvenes sordomudos que traían a un cachorro de perro al que le salía espuma por la boca. Los cuatro trataban de decirnos los que había pasado, pero era imposible entenderlos. Estaban desesperados. Hasta que le pedí al que parecía más calmo, “Escribime en este papel lo que sucedió”– le dije. Resultó que habían traído al cachorro a la consulta y le indicaron para hacer un coproparasitológico que compraran formol al 5%. Ellos entendieron que había que darle eso al perrito, se lo dieron con estos resultados de espuma y vómitos. Un malentendido con consecuencias catastróficas. Tardamos un tiempo en limpiar esa boca y darle un calmante. Pero se recuperó. Mi primera enseñanza: las recetas hay que hacerlas a prueba de tontos. Se tiene que entender perfectamente lo que uno prescribe, mucho más si son sordomudos.
Otro caso. Un hombre que trae en brazos a un perro al que lo había atropellado un tren. Lo encontró al lado de la vía y tenía una pata destrozada. No había vuelta. Hay que amputarla. Yo lo sabía, pero a mis jóvenes años inexpertos, no encontraba la forma de decirle al hombre. Me vio la cara y me interpretó perfectamente. Recuerdo sus palabras “Doctor, si tiene que amputar la pata, hágalo y sálvele la vida, yo me encargo después”. Es que el tipo tenía una pierna ortopédica y se reflejaba en este pobre perro. Un mes después de la cirugía, me trajo una foto en papel (era lo que había), mostrando como el perro de unos 25 kg saltaba la verja de su casa con total facilidad. Otra gran lección para mis comienzos. Entre el trabajo de cirugía: suturas, amputaciones y demás yerbas y la camilla, por donde pasaban todo tipo de casos: gatos con ataques graves de asma (unas gotas de homeopatía hubieran resuelto fácilmente estos casos), perros atropellados, cortados, intoxicados. Así hasta las 6 de la mañana donde se hizo un momento de relax. La adrenalina a mil, imposible descansar por más que uno se acueste un rato. A las 10 de la mañana vinieron los reemplazos, me tomé el colectivo 41 que me dejaba cerca de casa. Llegué, me di una ducha y dormí hasta el otro día. La veterinaria es una profesión intensa, con alegrías y tristezas (no todo termina bien), por algo será que es la profesión con más números de suicidios en el mundo. Pero para mí es una pasión. Hoy a mis 71 años sigo como el primer día y lo haré hasta que el cuerpo aguante.
Hasta la próxima. Con Salud y Alegría.
Por MV. Jorge S. Muñoz
Médico veterinario homeópata
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