Se notaba por su forma de hablar, por sus expresiones de ansiedad. No era para menos. A su gatita la atacó el perro del vecino, la tomó por el cuello y la sacudió violentamente. Por suerte pudo refugiarse en la casa y salvar su vida. Pero quedó paralítica. Pasaron quince días. La radiografía mostraba una luxación importante de una de sus vertebras con gran desplazamiento. El caso era muy grave. Ya el veterinario del barrio le había aconsejado la eutanasia. “No tiene ninguna chance”. El hombre vino desde lejos buscando a la homeopatía como salvadora. Es un lector de Convivir, que me conoce por artículos como este y llegó como muchos otros como su última esperanza. Una carga que llevo sobre mis hombros desde que me dedico a esta hermosa especialidad médica. En estos casos desesperados, recurro a la famosa frase “No hay que darse por vencido, ni aún vencido”. Vamos a pelearla, le dije y me puse a estudiar bien el caso, preguntando sobre la forma de ser de la gatita y como reaccionaba ahora que estaba enferma, todas sus características individuales y síntomas clínicos. Así pude armarle un tratamiento individual. Unas gotas homeopáticas La homeopatía siempre trata a los pacientes y sobre todo a los pacientes en ese momento. Además agregué un regenerador biológico que usamos en los casos neurológicos para dar al organismo materiales moleculares con que reparar sus lesiones. La parálisis del tren posterior se debe generalmente a una interrupción de la energía nerviosa en un punto de su columna y la regeneración de esa zona dañada es lo que dará luego la recuperación del movimiento. Si la médula esta seccionada o dañada en forma irreversible no se obtendrá ningún resultado. Si en cambio está dañada pero los cambios, por más graves que sean son reversibles, debemos ayudar al cuerpo a que este repare las lesiones. Y sobre todo aplicar ese axioma hipocrático que dice “Lo primero es no dañar”. No hay que darle nada que pueda entorpecer la recuperación. Los tratamientos convencionales antiguos se basaban en dosis altas de corticoides. Hoy está demostrado que eso no ayuda en nada y perjudica en mucho. A lo sumo en el momento agudo de la lesión se puede dar una dosis pequeña de corticoide y nada más. Nada de corticoides, nada de analgésicos, nada… solamente el tratamiento natural. Se puede agregar vitamina B Vitamina E y gangliosidos, pero en este caso puntual utilizamos homeopatía y regeneración biológica y nada más. Todas las semanas venía o me llamaba por teléfono para contarme que había movido una patita, que movía la cola, que intentó pararse. Que sus parientes lo volvían loco, diciéndole que estaba haciendo sufrir a la gatita, que no iba a dar resultado, que por qué no terminaba con el asunto y que la mayoría desconfiaba de la homeopatía. Te están sacando plata y esas gotitas no sirven para nada. Tantas veces tuve que escuchar este relato de dueños de pacientes referidos a su entorno familiar. Ustedes mismos que leen esta nota seguramente lo habrán escuchado. Cuanta ignorancia todavía existe sobre estos temas. Pero un día… un maravilloso día, el hombre me llamó entusiasmado, no podía casi hablar de la emoción que tenía. “Caminó… la gatita caminó…”. Realmente yo tenía muy pocos esperanzas en que esto pasara. Habíamos puesto un plazo de un mes de tratamiento para luego evaluar si seguíamos o no. Y antes de ese plazo, la gatita se recuperó. A la semana me trajo unas fotos mostrando a la gata parada y me cuenta que ya corre, y que ayer se subió a la heladera como hacía antes…. Estaba más contento que perro con dos colas…… y yo también. Por suerte la lesión no era irreversible, dejamos que el cuerpo respondiera. Le dimos materiales de construcción y la energía necesaria para que ella misma lo logre. No fue un milagro, no fue algo fuera de lo normal. Pero si fue el logro de un hombre que a pesar de las presiones de su entorno siguió su instinto, seguro de sí mismo, buscó ayuda y logró salvarle la vida a su gatita.
No pongo el nombre ni del hombre ni de la gatita, lo mantengo en forma impersonal, porque este caso es verídico y reciente. No es el único que me pasó en mi vida profesional… son muchos los animales que se han salvado de morir por eutanasias precoces, por no esperar, por no darle el tiempo suficiente al cuerpo a que se recupere. Como también hay muchos otros casos en donde a pesar de todo no hay recuperación y todo termina en una eutanasia. Pero igual uno se queda con la sensación que se hizo lo que se pudo para poder ayudar a la auto curación, que de eso se trata el tratamiento homeopático y recordemos a Almafuerte ¡Todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de la muerte!
Salud y alegría. Hasta la próxima.
M.V. Jorge Muñoz
Médico veterinario homeópata