
Hace muchos años atrás, había una ciudad -que aún no era considerada como tal -a la que atravesaba un río largo y transparente. Quienes habitaban en sus cercanías, utilizaban aquel caudal de agua para pescar y poder alimentarse.
Estos habitantes eran del pueblo querandí de cazadores y pescadores.
La zona cercana, era un valle pantanoso, desolado y triste y solía inundarse muy seguido por los desbordes cotidianos del río, creando así lagunas y pantanos. La humedad que rodeaba este río provocaba una vegetación tupida y variada, con bosquecillos de sarandíes negros, ceibos, blanquillos y gruesas matas de penachos blancos. En las partes bajas había juncos y las lagunas estaban repletas de camalotes. El suelo del valle era sumamente anegadizo y predominaban las gramíneas. En sus barracas y orillas, había matorrales de calafate, ñapindá, cactus, flor de seda y mata ojos. En lo alto había bosques pequeños de espinillos, porotillos, acacias, zarzamora, zarzaparrilla, etc. En la meseta había algarrobos, talas y ombúes entre otros.
Y además era el lugar donde habitaban muchísimas especias distintas. Sapos, ranas, culebras, víboras e insectos tales como alacranes, grillos, cucarachas, gorgojos, polillas, mosquitos y tábanos. También langostas, mariposas, garrapatas y venados, yaguaretés, nutrias y muchísimas especies de pájaros.
Su desembocadura era en dos bocas, en forma de delta. Una de ellas era profunda, al norte, un canal que continuaba el río entre la costa firme y una isla paralela. La otra era innavegable.
Sin embargo, su realidad empezó a cambiar cuando llegaron unas personas desconocidas de un pueblo desconocido: España. El brazo norte donde estas personas se instalaron en primer momento, fue llamado de distintas maneras. Río Pequeño, Río de los Querandíes, Río Chuelo, Río Matanza (por un gran enfrentamiento con los querandíes que dejó gran cantidad de muertos), y hasta despectivamente, lo llamaron “Riachuelo de los navíos” ya que atracaban los navíos europeos. Hoy lo llamamos Cuenca Matanza-Riachuelo.
A partir de allí, este río de aguas claras, pantano e incansable vida, empezó a ser protagonista de muchos cambios producidos por personas.
Aunque en un primer momento, el Riachuelo era solo un obstáculo para la gente del lugar por tener mucho tránsito de una orilla a la otra, se realizaba de distintas maneras el atravesamiento de éste para llevar mercaderías de un lado al otro.
Ya desde aquella época colonial, la ciudad admitía al Riachuelo como el desagote natural del metabolismo ciudadano. Sin embargo, tiempo después fueron los saladeros los encargados de tirar desechos al río.
Su desembocadura era poco profunda por lo que algunos barcos no podían ingresar y se comenzó, años después a realizar una cierta cantidad de obras para que su profundidad sea mayor y construir diques entre otras. Y luego de varios años más, se inauguró el puerto.
Pobre río, sufría una y otra vez la decisión de ser basural de distintos desechos. Y su curso y cauce no alcanzaban para limpiarlo. Así, la llegada del nuevo siglo le devolvió una vez más su función de depósito de desagote humano y, como si esto fuera poco, las características de la modernidad, cada vez más avanzada, al agregarle su dispositivo de puerto, le hizo ingresar en sus aguas el petróleo.
Debido a las obras, este río cuando se desbordaba era culpable de muchas inundaciones. ¿Cómo no, si estaba triste y lastimado?
A esto, le siguieron más obras para ensancharlo y lograr el desagüe de las poblaciones expuestas a las inundaciones.
Él que había nacido río de zona pantanosa y de lugar de pesca, empezó a recibir el nombre del “Río más contaminado del mundo”.
¿Cuál era la razón de esa contaminación? Muy bien, la materia orgánica había dejado al río sin oxígeno y los desechos industriales lo envenenaron.
Pobre río… Parecía ya no importarle a nadie.. Él que había servido de alimento tanto tiempo atrás. Y hasta hoy, parece que pensáramos que “es así” y no se puede cambiar.
Cierto es que en varias ocasiones, distintos organismos del Estado procuraron hacer algo al respecto, pero sin éxito de ser ejecutado por ninguno de ellos.
Y mientras tanto, nos preguntamos, ¿es imposible devolverle su condición de Río?
Tecnológicamente no lo es. Y menos si consideramos como antecedente al Támesis, que tenía su curso de agua putrefacto y se le pudo devolver su condición no contaminada. Si en la actualidad, las tecnologías del agua logran descontaminar un mar, ¿cómo no podrían lograrlo con un río? Sin embargo, en vez de ir por este camino – el cual debería estar contemplado desde políticas ambientales – hay alrededor de 3000 empresas que vuelcan sus desechos en la cuenca Matanza-Riachuelo con conocimiento de las autoridades. Y aún más, negando toda relación con la condición de nuestro querido Río.
Y no solo las empresas, sino también los habitantes cercanos a la cuenca que no cuentan con cloaca y llevan sus desperdicios al Matanza- Riachuelo (por pozos ciegos o por vía directa) o quienes sí tienen cloacas le, descargan “legalmente” pero sin tratamiento previo sus contenidos al río.
La historia de este río fue trágica y parece seguir siéndolo. Es una cuenta pendiente que tenemos como sociedad y aún más como Estado. Actualmente recorre alrededor de 80 kms de curso desde el noroeste de la provincia de Buenos Aires hasta desembocar en el Río de la Plata. En su cuenca viven alrededor de 3.500 .000 personas a las que también les debemos que se haga algo por este río, ya que muchas familias, principalmente niños y niñas sufren contaminación al vivir cerca del Riachuelo.
Hoy el Ríachuelo se convirtió en el Río Negro.
Gisela Medrano
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