Una vez, cuando la marea de mi vida estaba tormentosa y parecía que no había solución posible, alguien me dijo: “Todo pasa y esto también pasará”. Una frase sabia que quedó sellada en mi memoria y fue semillero de muchas más. Entendí, entonces, que el mar de la vida a veces está en calma y a veces agitado, que existir es un andar en permanente cambio y que la idea de oscilación entre estar en eje y salir de eje es lo que me ayuda a tomar consciencia de que nada es estático. Creo en el vaivén para asentarme y pasar con entereza el imprevisto. Porque es el movimiento lo que permite explorar, darse lugar a la aventura y perder los miedos. Todos somos surfistas, apoyamos los pies sobre un suelo que barrena olas. Cuando aparece la ola monstruosa, probablemente las plantas se resbalen o se agarren con rígida fuerza por el miedo, sin embargo, si confiamos en el valor de la paciencia y la tolerancia soltaremos los miedos, en el transcurso nos abriremos hacia la flexibilidad, las plantas se asentarán y perderán el temor a caerse, un proceso que generará seguridad y, quizá, una adrenalina placentera.
La metáfora del arco con flecha que usa Eugen Herrigel en su libro “Zen en el arte del tiro con arco” recrea la idea de “falta de foco” hacia aquello que constituye el blanco o propósito de vida. Y ese blanco no es ni más ni menos que el sí mismo corporal. Dicho con otras palabras: la persona “distraída” no centrada en sí misma o insegura, cuando dispara la flecha, no la hace volar en línea al blanco porque no se ve a sí misma, o a su propósito, sino que se pierde de sí disparando hacia algún lugar remoto. Esto se puede analogar con la metáfora de las olas grandes o la marea tormentosa. La pauta es dejarse llevar por ella sin oponer resistencia con las tensiones del miedo. No se trata de permanecer endebles, desvalidos, sino de seguir fluyendo. Un cuerpo acelerado con musculatura tensa por miedos y angustias lideradas por pensamientos negativos, no deja resquicio para apoyar con seguridad los pies sobre una base, porque esa rigidez produce intranquilidad y condiciona toda posibilidad de un sustento seguro.
Herrigel eligió el arco porque es un instrumento de una extraordinaria elasticidad, hecho con bambú, planta que representa al eterno ciclo de la vida y se asocia a las cualidades de la fuerza, la estabilidad y la durabilidad. Su valor reside en que enseña a esperar el tiempo preciso porque suele tardar mucho en crecer. Cuando madura, es capaz de resistirlo todo, así cuando haya vientos fuertes, aunque la caña se doble, no se quebrará.
La metáfora del surf tiene aspectos propios de enraizamiento, se enraíza cuando el mar está tormentoso y se realizan maniobras de alta flexibilidad corporal para lograrlo hasta que la marea brava pase. En el surf se produce un enraizamiento cuando se consigue la posición erguida sobre la tabla. En términos bioenergéticos ese último momento es aquel donde se adquiere la presencia. Una sensación que hace convivir la paz interior con la adrenalina del momento y es, en ese instante, que se produce un milagro: se torna divertido y se pierde todo el miedo dramático que creó la inmensa ola.
Por Alejandra Brener
Terapeuta corporal bioenergetista
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