Santa Hildegarda fue una monja germana que vivió en el Siglo XII y fue otra de las mujeres sobresalientes y adelantadas de su tiempo. De esas de las que poco se habla y mucho hicieron. No es necesario aclarar que en la época en la que vivió esta mujer, el sexo femenino no tenía ningún acceso a la cultura y aún menos a la ciencia y en sí su papel en la sociedad era prácticamente inexistente. Santa Hildegarda fue la creadora del primer monasterio autónomo femenino y escribió muchos libros sobre el conocimiento de las enfermedades y sus remedios, todos naturales. Fue pionera en la ecología, creó palabras y letras, inventando una lengua artificial que luego devendría en el esperanto. Fue precursora en la ópera, compositora de obras musicales. Y como si todo esto fuera poco, durante toda su vida tuvo visiones que se podrían calificar como premonitorias.
Nacida hacia fines del año 1000 en el seno de una familia noble alemana acomodada, fue la mejor de diez hijos y por eso fue entregada como oblata y consagrada a la actividad religiosa, por ser considerada el diezmo para Dios. Así, fue entregada para su educación a la condesa Judith de Spanheim, vivieron varios años en el castillo de la maestra, hasta los 14 años de la discípula, cuando ambas se enclaustraron en el monasterio de Disibodenberg. Allí, algunos años después emitió la profesión religiosa bajo la regla benedictina.
Desde niña, Hildegarda tenía constitución física pequeña, padecía enfermedades y experimentaba visiones. Éstas las tenía sin perder los sentidos ni sufrir éxtasis y ella misma las describió como una luz donde veía imágenes, formas y colores y una voz le explicaba lo que veía, a veces también acompañada por música. A la edad de 42 años, tuvo una visión muy fuerte que le dio la orden de escribir las visiones que en adelante tuviera. Entonces escribió sus experiencias y tuvo así su primer libro.
Así fue como comenzó con su camino como escritora. Su gran conocimiento de plantas y minerales y su aplicación terapéutica las plasmó en diversos libros de medicina que aún en la actualidad son motivo de estudio. Escribió sobre las propiedades de plantas, animales y minerales y enumeró sus propiedades curativas y también recogió influencias griegas y cristianas. Recogió incluso fórmulas para mantener los dientes sanos y fuertes, para enriquecer la dieta incluyendo detalles para mujeres con amenorrea. Y recomendaba beber cerveza en vez de agua para alejar enfermedades, ya que ésta en esa época tenía condiciones sanitarias.
Hoy en día, siguen sus escritos dando vueltas por el mundo de la medicina y se los considera imprescindibles.
Para muchas personas el origen de ciertas enfermedades del aparato digestivo, por ejemplo, son un enigma que la ciencia médica aún no puede responder. Por eso, Hildegarda proponía la curación del ser humano en su totalidad citando cuatro ámbitos: el espiritual, el cósmico, el psíquico y el corporal.
Ella creía que desde estas cuatro dimensiones fluyen las fuerzas curativas que ayudan al ser humano a tener una buena salud y decía que en toda creación – animales, hierbas, árboles – hay escondidas virtudes curativas que nadie puede conocer salvo que le sean reveladas por Dios.
Por otro lado, Santa Hildegarda consideraba que las enfermedades son la consecuencia de comportamientos nutricionales y de costumbres erróneas que se pueden corregir con responsabilidad. No estamos condenados a la enfermedad, sino que podemos evitarla y curarla de forma natural llevando un estilo de vida coherente.
Con todo esto, la medicina hildegardiana es precursora e inspiradora de la medicina natural y/u homeopática que busca el equilibrio de la salud no solo a través de los síntomas sino de las causas y con la ayuda de la naturaleza para curarnos.
Algunos ejemplos de remedios naturales de Santa Hildegarda de Bingen son:
Para el dolor de cabeza 1: Pulverizar incienso. Agregar harina fina y clara de huevo, hacer dos tortitas y dejarlas secar al sol o sobre un ladrillo caliente. Solo deben secarse, no cocerse. Colocarlas una tortita en cada sien por 10 minutos.
Para el dolor de cabeza 2: Picar finamente 100gr de corteza de abeto y 50gr de hojas de salvia y ponerlos a cocer en agua. Cuando haya espesado, agregar 150gr de mantequilla y esperar que se derrita sin revolver. Si se quiere más consistencia, agregar 50gr de grasa de cabra. Filtrar la pomada resultante con un paño y pone en botecitos. Frotar la frente de lado a lado 2 o 3 veces al día con la pomada.
Para el dolor de cabeza 3: dejar el rubí media hora sobre la coronilla o hasta que se sienta calor en la cabeza. Entonces, retirarlo rápidamente.
Para los calambres: tomar aceite de oliva y frotarlo en las partes doloridas. También funciona con aceite de almendras.
Para la fiebre: hervir moderadamente 1 cucharada sopera de hojas de frambueso en 250ml de agua. Beber caliente por las mañanas y por las noches. Las hojas calientes usarlas como cataplasma sobre el estómago durante una hora