Sabés qué me parece a veces? que ya no queda nada por hacer, que las cartas están echadas y que cada uno debe elegir de qué lado del camino está parado.
Que ya no queda más tiempo, es el momento de comprender, de despertar. De preguntarnos para qué vivimos y qué deseamos, quién nos guía, qué nos gusta y qué desechamos.
Siento que las líneas están tendidas entre el cielo y la tierra y cada uno tiene que elegir si quiere subir, o prefiere quedarse.
Es posible que tanto sufrimiento sea una oportunidad para mirarnos bien a los ojos y encontrar al verdadero Ser que somos.
Es entonces, el momento de preguntarnos hacia dónde queremos caminar y cuáles son nuestras metas. Ya no podemos permanecer ajenos a este llamado que nos impulsa a elegir, a asumir responsabilidades, a comprender que no somos islas.
También tenemos que comprender que el camino es personal, nadie lo puede recorrer por uno. Todo lo que tenía que decirse, ya se dijo, todo lo que tenía que hacerse, ya se hizo. No hay más excusas. O nos entregamos absolutamente, de corazón, al ser divino que somos, o quedaremos enganchados en las viejas tramas que nos condujeron al presente estado.
La sociedad de los justos, de los solidarios, de los que no lucran con la vida ajena, tiene que manifestarse ahora. Y me parece que será ahora o nunca.
¿Cuánta pena más vamos a tener que pasar, si no recapacitamos?.
Es el momento de cambiar. El momento de darnos cuenta que nos reflejamos en el otro; de saber que si hacemos daño, lo hacemos a nosotros mismos, no a los demás.
Mirémonos al espejo. Y si resistimos la mirada que nos devuelve, si sentimos que estamos en paz con nuestra conciencia, felicitémonos y levantemos la cabeza; continuemos el camino sabiendo que Aquel que nos dio la vida es el dueño de todo. El que crea los mundos y los destruye. Y Él conoce las causas de lo que acontece, y nuestro destino final.
¿Cuánto podemos hacer nosotros, de quién podemos defendernos, mínimas criaturas en el vasto universo?.
Las pruebas están hechas a la medida de las posibilidades.
Cuando un mundo se derrumba, un mundo nuevo nace.
El momento de caminar sin muletas, de irradiar luz, llegó.
Marta Susana Fleischer