Fue hasta más o me-nos en el año de 1900 cuando el campo electromagnético de la tierra consistía en forma sencilla en su propio campo y algunas otras micropulsaciones asociadas con él. Tal es el caso de las descargas fortuitas de relámpagos y la luz visible. En cambio, en la actualidad estamos sumergidos en un mar de energía que es casi totalmente hecho por el hombre.
Si percibimos y derivamos información del campo geomagnético natural, es muy lógico que todo este campo electromagnético no natural esté produciendo efectos biológicos que pueden ser dañinos.
Actualmente, la energía electromagnética abarca todo el mundo, es decir, no hay lugar donde esconderse de ella. En los lugares más remotos del planeta también estaríamos expuestos a un nivel de frecuencias corrientes ubicuas de 50 o 60 Hz, igual que las ondas de radio reflejadas en la ionosfera. Con esto, fácilmente podemos percatarnos de que el problema de la electropolución es mundial y para resolverlo se requeriría de un inmenso esfuerzo y coordinación internacional. Por otro lado, como individuos, sí tenemos algo de control sobre nuestros aparatos electromagnéticos que ordinariamente utilizamos en nuestra vida diaria. El único concepto básico que debemos de aplicar es la tasa de riesgo-dosificación. Por ejemplo, sabemos que una afeitadora eléctrica produce un campo electromagnético extremadamente alto en potencia, si está conectada a la corriente eléctrica. Hemos medido con diferentes aparatos, campos electromagnéticos de 60 Hz, de hasta 400 miligauss a un centímetro del filo de la navaja. Estos campos penetran la piel del operador. Existe evidencia científica de que los campos de 60 Hz de tan sólo 3 miligauss, están relacionados con el aumento de la incidencia de cáncer. Esto entonces nos dice que estos campos electromagnéticos emitidos por la afeitadora eléctrica (conectada a la línea eléctrica) son 100 veces más potentes del máximo considerado como seguro.
Por lo anterior, es muy importante no olvidar el concepto de tasa-dosificación, ya que la afeitadora eléctrica se usa durante unos minutos nada más. Por lo cual, la exposición es mínima. En cambio, por ejemplo, la fuerza del campo magnético de una sábana eléctrica es de 50 a 100 miligauss, estando todavía dentro de la zona de peligro. Además, hay que tomar en cuenta que el uso de la sábana es de varias horas diarias, por lo que la dosis total administrada es mucho más alta.
En un estudio publicado hace poco se estudiaron a 304 mujeres diagnosticadas con cáncer de mama y 305 mujeres de control y se llegó a la conclusión de que el uso de la sábana eléctrica está asociado con un incremento en el riesgo de cáncer de mama. El riesgo aumenta entre más frecuentemente se usa la sábana eléctrica y también aumenta con el número de años que se ha usado. El riesgo general fue mayor en la mujeres premenopáusicas que en las mujeres postmenopáusicas (Am J of Epidemiology, Vol. 158, Octiber 15, 2003, pp. 798-806).
En los estudios que hicimos hace algunos años en el Programa de Estudios de Medicinas Alternativas de la Universidad de Guadalajara hemos corroborado que un reloj eléctrico produce un campo magnético sorprendentemente alto por el pequeño motor eléctrico que lo activa. Hemos visto que un reloj eléctrico común en el buró de la recámara produce un campo magnético de 5 a 10 miligauss a 70 cm de distancia, es decir, directamente sobre la cabeza del sujeto. Por lo cual, recomendamos que se usen relojes de baterías.
Es recomendable que conservemos los campos electromagnéticos a un nivel mínimo, en el área donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo – alrededor de nuestras camas.
Un dato más:
En estudios animales, las frecuencias entre 16 y 60 Hertz han demostrado alterar la síntesis de proteínas celular rompiendo la síntesis de RNA y reduciendo la respuesta inmunológica (RW Adey B Norden and C Ramel, Interaction mechanisms of low level electronagnetic fields in living systems, Oxford:Oxford University Press, 1992).
Dr. Héctor E. Solórzano del Río
Presidente de la Sociedad Médica de Investigaciones Enzimáticas, A.C. y Profesor de Farmacología del CUCS de la Universidad de Guadalajara