Resulta interesante reflexionar sobre el «camino» de la persona en esta vida, y su desarrollo espiritual.
El camino de quien se aparta del mundo es para gente muy elevada, que está ya en la etapa de la renuncia, porque desea únicamente unirse a la divinidad. Pero, para la gran mayoría, la elevación pasa por otro lado. Porque, de qué nos sirve recitar bellas oraciones, leer hermosos textos, repetir una y otra vez las promesas de que en un futuro vamos a reparar los errores cometidos; de qué nos sirve si en la práctica de todos los días no lo vivimos. Es en el intercambio diario con las personas que nos rodean, donde tenemos la oportunidad de «limar» las asperezas de la personalidad. «En la cancha se ven los pingos». Todo lo que le hacemos a los demás, en definitiva, nos lo hacemos a nosotros mismos. Vivimos en una continua interacción donde todo lo que sale de nosotros, nos vuelve amplificado. Críticas, chismes, juicios sobre la conducta de nuestros vecinos, son las formas que utiliza la Ilusión, el Velo, para hacernos creer que estamos separados. Si tratamos a los demás como nos gustaría que nos traten a nosotros, la historia comienza a funcionar de otra manera. Nos sentimos más contentos, más plenos y conformes. Y dejamos de vivir pendientes del «qué dirán». Nos convertimos en nosotros. Nos damos cuenta de que somos una fuente de poder, una usina que no necesita nada… porque se tiene a sí misma. Los momentos de recogimiento, de oración, de meditación, son necesarios. Son los instantes en que nos elevamos y nos encontramos con nuestra Alma, que comprendemos quienes somos realmente. Pero, el trabajo está acá, la tarea que tiene que realizar el alma para su crecimiento, se realiza todos los días.
La Ley de Causa y Efecto
«Con la vara que midas serás medido». Nunca mejor expresada la Ley de Causa y Efecto, el famoso Karma de los hindúes traído a occidente. Con esa misma vara que medimos (juzgamos, criticamos) a quienes nos rodean, seremos juzgados nosotros mismos. Porque si actuamos de esa manera, estamos vibrando en la ignorancia, en el desconocimiento de nuestra esencia, y funcionamos dentro de la esfera de pensamiento ilusoria. Porque no hay un «Juicio Final». De la misma manera que cada uno de nosotros sabe en su interior todas las veces que cometió transgresiones a la Vida, de esa misma manera, cuando llegue el momento de dejar el cuerpo, esa Alma que somos observará las acciones que realizamos durante la vida y decidirá cuánto hemos crecido, o evolucionado. Y en ese otro plano, la energía está tan unida, que veremos que somos todos, absolutamente todos, uno; que hasta que el último de nosotros no evolucione, no evolucionaremos en conjunto. Por todo esto, la forma de crecer es tendiendo una mano al que viene detrás.
M.S.F