Con 31 años que tenemos como periódico y dos generaciones trabajando, ya desde nuestro nombre “Convivir” entendemos que se trata de respetar y ser empático con el otro y los, las, les “otrx”. Cada uno elige o trata de acomodarse a vivir de la mejor manera que puede, ya bastante difícil es el entorno que nos han o hemos construido como para ocuparnos de mirar mal al que tengo al lado. Y, sin embargo, día a día nos enteramos de des tratos y discriminaciones tan gratuitas como injustas y literalmente, desalmadas. Conozco y quiero a una niña ya adolescente que trabaja día a día sorteando su diagnóstico dentro del espectro autista. Juega, ríe, llora, pelea, se hermosea, le va bien en su primer año de secundaria, tiene amigas y enemigas, pero ser insultada por su condición a través de un Instagram anónimo de alumnos de la escuela (a ella y a otros, como a un niño con diabetes), es estar vacío.
Este caso es común dentro de las escuelas, cambian los temas; a veces se insulta la belleza, el amor, el color de piel, la condición económica… claro, “nada más cruel que un niño”, pero lo que me apena, y ahí quiero que observemos con compasión es al grupo descalificador. ¿Que reciben día a día desde sus hogares? Entonces la mirada se dirige a los padres, a nuestros pares. La responsabilidad de enseñar la empatía es nuestra. Todos sabemos que está bien y que está mal, y tenemos que hacernos cargo de que Somos Responsables.
El jugador que pateó esa rodilla a su compañero contrario, sin querer, lloró adulto por el daño provocado, porque se puso en el lugar del otro. ¡El otro era uno como él!
La empatía se enseña. No se puede construir en base a la violencia, al desamor, al no reconocimiento de las necesidades de nuestros hermanos. El crecimiento es de todos o no será.
Nos toca votar, y aunque estamos tan desilusionados y descreídos, yo agradezco poder volver a elegir en una democracia que tanto ha costado conseguir. Pensemos nuestro voto, que sea por el bien común.
Cecilia Andrada – Directora