En un principio, en esta civilización, existía un Primer Mundo y un Tercer Mundo conformado por países y regiones que marcaban naciones con desarrollo tecnológico y cultural, por un lado, y por otro, países sumergidos en la pobreza económica, atraso cultural y nulo acceso a las tecnologías. Poco a poco esto se transformó; vimos cómo surgía un nuevo modelo del mundo más integrado, después de varias guerras mundiales -aunque sólo se hable de dos- y grandes genocidios.
En este nuevo paradigma, cada país y cada región ya había alcanzado una integración con el mundo, como para tener cada uno, su propio primer mundo y su propio tercer mundo. Estas diferencias internas generaron caos adentro y mayor integración hacia afuera. Ahora todos tenían desarrollo cultural y económico y acceso a las tecnologías más revolucionarias (las elites), pero los países y naciones se transformaron en un estorbo y un obstáculo para sus propios desarrollos culturales y económicos (ahora globales) y es necesario terminar con todos los obstáculos y con todos los estorbos por el futuro de nuestro desarrollo y el beneficio de nuestro Mundo.
Bienvenidos a este nuevo mundo global que nace sobre el cementerio de Las Naciones Del Viejo Mundo. Donde las oportunidades de pertenecer decrecen día a día con el deterioro de los ingresos personales, con el deterioro del acceso a la alimentación saludable, con la caída del acceso a una salud natural, con la pérdida del acceso a un entorno natural y saludable. Además, el peor de los males, que es la autosugestión, nos lleva imperiosamente a adherirnos a creencias apocalípticas, catastróficas y sin esperanzas para el ser humano de a pie.
Con la pérdida de la información real y la sobreabundancia de desinformación masiva; con la pérdida de la verdad, los valores y los principios; y la abundancia de locura, incoherencia, la pérdida del sentido crítico del pensamiento; la pérdida de la empatía y la generación de hábitos autodestructivos, estamos minando los cimientos de una cultura de zozobra y sufrimientos que arrastramos sobre nuestros hombros desde la revolución francesa. Pero el precio que pagamos es el más costoso, porque no lo hacemos conscientes, ni con sabiduría, lo hacemos con odio, venganza y autodegradación.
Hoy en día en el punto más álgido de esta transformación, los que no veamos la posibilidad de ser rescatistas, enfermeros y asistentes del nuevo ser humano que llevamos dentro, herido, dañado y degradado por una civilización caótica y parasitada por sistemas de creencias y manipulación masiva, no podremos recuperarnos para el ingreso a la nueva Era. En este momento de caos mundial, estar preparados para la supervivencia implica, ser conscientes de nuestro poder interior y rescatar nuestra sensibilidad humana, mística y poética, para poder trascender lo irracional. Levantar las banderas de la Paz, Coherencia y Amor es fundamental para entrar en el Nuevo Cielo.
Es la hora de los héroes, la hora de los sabios, la hora de los santos. Es la hora de la entrega total a la aventura de vivir y pertenecer a la Madre Tierra, bajo otro Cielo. No nos olvidemos que el Cielo es hijo de la Tierra y no al revés. La conciencia es el fruto de la evolución de la naturaleza y nosotros la semilla del Nuevo Ser Consciente.
Ahora que los tiempos se han acelerado y han sido alterados, como ha sido alterado el clima (4 estaciones en un mes y no reconocemos ninguna estación, pero vivimos episodios climáticos extremos). Tenemos que tener en cuenta que, psicológicamente lo vivimos igual: la manipulación climática y la manipulación psicológica colectiva van de la mano. Por eso no debemos cegarnos con las luces externas y seguir la Luz Interior.
Todo es extremo y se está gestando un nuevo Cielo, para una Nueva Humanidad.
Es importante saber de qué lado de la pantalla te encuentra el nuevo día. Volver a la Tierra, no es para todos, si no para aquellos que abrazan al Amor y al Espíritu en su interior. La Madre Tierra siempre cobija a los hijos de Natura. Pero para que eso suceda, hay que emprender el retorno, empezar el regreso y el recogimiento para el reencuentro en el Espacio Interior.
Por Ignacio Conde
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