Elegir. La verdadera elección, no es tal hasta que tomamos las riendas de nuestro destino. La mayoría de nuestras decisiones están amañadas desde un inicio, la genética, la herencia familiar y cultural, el condicionamiento del entorno y la manipulación sistemática y controladora de la sociedad no son cosas que podemos obviar o trascender fácilmente. Generalmente es a la inversa y nos trasciende más allá de nuestros deseos y de nuestra tolerancia.
Podemos enfermar, sufrir de estrés y de ansiedad, perder todo lo que queremos, pero rara vez tomaremos las decisiones correctas, en el momento correcto y del modo correcto, a no ser que seamos verdaderos artífices de nuestro destino. Ya sea a través de la fuerza de voluntad o el desapego al miedo, el deseo o la necesidad. Esta tríada surge, vive y se expresa a través de nuestro condicionamiento más íntimo y profundo.
En los extremos de ambas polaridades podemos lograr los mismos resultados por caminos diferentes, pero en el medio tenemos un infinito de posibilidades para extraviarnos. Ya sea por voluntad consciente de quien se cincela a sí mismo a través del poder de la conciencia y el entendimiento, o quien llega al Ser, por medio de la total entrega y de la Fe. Tanto como si la Fe es inquebrantable o como si la Voluntad es de una devoción infinita, el resultado puede alcanzarse.
Tanto como si decide la propia voluntad consciente, o, si decide el universo, por conexión o canalización directa, la verdad puede realizarse, pero tomar una decisión y hacer una elección verdadera no es un acto cualquiera. Se vive en la ilusión de creer, que basta con querer, desear o necesitar, pero las necesidades de la vida y la evolución sumado a los caprichos de la naturaleza que toma decisiones desde hace millones de años antes que nosotros, nos deja un poco impotentes ante la inmensidad de la vida.
Ante tantas oportunidades que se presentan para tomar decisiones, el 99% de las veces es solo una cuestión de suerte el que nos vaya bien o mal en nuestras tomas de decisiones. Por eso es tan importarte la suerte, porque nos deja siempre cerca de nuestras posibilidades. La toma de decisiones y las elecciones importantes, no siempre están fundamentadas racionalmente, hay mucho de intuición, de esperanza, de fe e incluso confusiones y dudas que determinan esas elecciones y decisiones que pueden cambiar radicalmente nuestras vidas.
Elegir conscientemente no es tarea sencilla. Es un camino de desarrollo y aprendizaje personal, un proceso de autoconocimiento que es muy necesario para tener un conocimiento y entendimiento integral, que nos dé un panorama integrado, entre nuestro Ser y nuestro destino, para que las elecciones y decisiones no sean solo la necesidad o el deseo momentáneo, sino que cada decisión esté alineada con nuestra meta y destino y con nuestro Ser más esencial.
De no ser así, es mejor contar con la suerte de nuestro lado y entonces la entrega y la Fe debe ser total, para que nuestros miedos no se interpongan y obstaculicen, lo que el universo tiene reservado para nosotros. Como dice el dicho popular, “Al que quiere la vida lo lleva y al que no, lo arrastra”.
Buena suerte o mala suerte, intuición positiva o intuición negativa, son cosas que se atraen o se expresan según nuestra vibración. Esta puede cambiar según cambian los acontecimientos de nuestro entorno o según nuestro estado de ánimo. Por eso, tanto las decisiones consientes, como la entrega y la Fe, deben ser puras y totales, cualquier ruido o interferencia nos desvía.
Aquí es cuando los extremos se tocan, tanto en la conciencia, como en la Fe, actuamos con plena y total seguridad y eso eleva nuestras vibraciones atrayendo la buena suerte o la alineación perfecta con el todo o el Universo.
Por Ignacio Conde
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