¿Alguna vez te preguntaste acerca de lo que deseas ser o hacer sin dejarte llevar por la palabra “deber”? ¿Las decisiones que estas tomando, te hacen sentir plena o pleno?
Estas son preguntas que ayudan a pensar si tu vida enfila alineada o alineado a algún aspecto de tu propósito, es decir, si tus decisiones u opciones remiten a aquellas motivaciones que dan un sentido de dirección y significado a tu propia existencia. Ocurre que, durante determinados tramos de la vida, tenemos la posibilidad de escoger rutas que marcan de manera neurálgica nuestro horizonte, sin embargo, algunas alternativas profundamente sentidas, suelen estar restringidas por la historia ancestral, social, familiar y/o cultural y, esa opción tan deseada que no es compatible con ciertos valores o patrones heredados se desecha. En ese acto, tal vez, se inicie un camino no vinculado al propósito y, ahí no más, puede que la vida dé sorpresas: los síntomas psico-corporales. Estas voces del cuerpo suelen ser señales que alertan el desvío.
Cuando las elecciones no están en línea con las motivaciones más personales, se produce un desequilibrio interno y se vive en incoherencia, es decir no hay correspondencia entre la forma de pensar, sentir y actuar. Intentar vivir con coherencia interna es una alternativa para ir definiendo el propósito, aquello que nos conduce a elegir acorde a ese llamado interno potente orientado al placer, a pensar, sentir y actuar sin esfuerzos.
Permanecer asentados en tareas productivas que nos mantienen por tiempo indefinido en estados de placer profundo, probablemente tenga relación con algún aspecto del propósito personal.
Hay dos momentos que este tema suena fuerte: cuando se inicia un nuevo año y/o cuando finaliza. El propósito trasciende lo mundano, es una elección y una acción que deja huella. Pensar en aquello que se manifieste como un posible legado, es un ejercicio interesante.
Deseo, hoy, que se tomen unos minutos para reflexionar sobre lo expuesto y ojalá las y los conduzca a reforzar o descubrir cual es propósito personal.
Por Alejandra Brener / Terapeuta corporal bioenergetista
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