El día del niño… interior

Se acerca el día del niño, fecha seguramente instaurada por alguna cámara mayorista de juguetes.

Quienes tienen descendencia menuda en la familia son los primeros que tendrán que desembolsar algunos dinerillos y comprarles algo a los agasajados. Pero la ocasión nos permite a los varones conectarnos sin darnos cuenta con nuestro niño interior. El chico que fuimos. Yo tuve una infancia de calle y pelota, de veredas compartidas, barquitos de papel en los charcos, intercambio de figuritas y huidas después del «ring-raje», cuando todavía dejar a los chicos solos en la vía pública no era peligroso. A mis hijos les tocó entrar en la era de la doble escolaridad, las materias extra-curriculares, el inglés obligatorio y las competencias inter-clubes. El ocio finalmente se les reglamentó, o quedó librado a los designios de televisión y las computadoras.

Las muñecas ya no eran como los bebés sino como mujeres adultas en miniatura. Y en los cumpleaños se bailaban temas de The Police, no de Pipo Pescador. Ahora bien, el pibito que fuimos alguna vez, allá lejos y hace tiempo, muchos tipos no lo tenemos sepultado, y nos defiende de vez en cuando. Por eso deberíamos festejar el día del niño interior, porque cuando lo desenfundamos nos presta ayuda.

Nos salva, por ejemplo, de las reuniones familiares que son un plomazo: si hay chicos presentes, nos hace divertirnos con ellos jugando al fútbol, o a las escondidas, al bowling, al metegol o al tenis de mesa, o a las adivinanzas, y ser felices con la chiquillada asistente.

Nos permite iluminarnos con sus sonrisas y sentimos como si pusiéramos el alma en el lavarropas por un rato. Hacemos navegar lanchitas a pila en la piscina abandonada, o entre todos disfrazamos al perro de fantasma, y logramos que un balde colgado se convierta en aro de básquet para un globo. Los mayores no nos entienden, digo, a la cachorreada presente y a los que intentamos contagiarnos de su alegría; les resulta raro vernos enseñándoles la antigua rayuela a los más pequeños, o asistir, gracias a los locos bajitos, a un curso instantáneo de play station. En mi caso, yo tendría, según las personas grandes y responsables presentes, que estar entre los adultos compartiendo sus bromas insistentes sobre sexo, sus peleas relacionadas con la política, sus oráculos deportivos y económicos. Pero el niño interior nos protege del aburrimiento, nos otorga un lugar en el mundo de la fantasía. El niño interior también nos simplifica la relación con las mujeres, nos ayuda a relajarnos ante ellas y dejarles ejercer su cuota de poder sobre nosotros, sin resistirnos absurdamente, disfrutándolo.

Nos permite ejercer el pensamiento mágico, creer en Dios, y algo todavía más difícil, en las demás personas, desmantelar la confianza como alfombra para los otros, para el futuro, sabiendo que cada segundo siempre es la primera vez, y rara vez no es un milagro.

Luis Buero

Luis Buero es guionista de exitosos programas televisivos, como La Familia Benvenuto, Los Rodriguez, Señoras y Señores entre otros. Actualmente es docente en la Univ. de Morón y la Univ. de Belgrano, el ISER y APTRA; también dicta cursos por Internet. luisbuero@tutopia.com / www.luisbuero.com.ar

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