Sabías qué…
En la plaza central de Tornquist, Provincia de Buenos Aires, se esconde una gran historia. Hablamos de las pinturas murales en la Parroquia de Santa Rosa de Lima, la que fue realizada con piedra de las sierras, en los primeros años del siglo veinte. En su área permanecen los restos de Ernesto Tornquist, un inversor con emprendimientos como el astillero Berisso o la cervecería Bieckert, la cual vendió a Otto Bemberg. Hacia 1880, Tornquist adquirió el terreno para la ciudad que hoy lleva su nombre. Con un ambicioso proyecto, convocó a Carlos Thays para el trazado de la plaza; Vediaqua para la parroquia. Este último también realizó el conocido Torreón del Monje marplatense, y ambas obras, en estilo gótico alemán.
Los muros internos de la emblemática parroquia están ornamentados con delicadas trazas que simulan ser parte de la arquitectura. En la parte superior, escenas bíblicas envuelven la totalidad de la cubierta. Las facciones de las figuras humanas y el tratamiento del volumen son delicadamente trazados y abonan a la claridad compositiva en cada una de ellas. Como resultado, las imágenes atraen totalmente la mirada. Pintadas originalmente por el granadino José Fuentes Rada (en Argentina desde 1950), el ciclo pictórico fue tapado – se decía que su poder cautivante distraía a más de un fiel en la misa (¡!). Afortunadamente, al pasar el tiempo, se encomendó su recuperación. Fue así como se convocó a un artista oriundo de Tornquist, Rubén Bustillo. Previamente encargado de realizar pinturas para el cementerio de su zona, Bustillo recuperó las imágenes en dos etapas. Agregó sus propias nubes y celestiales tonalidades en la parte del coro, para que la gente que formaba parte de este simulara estar realmente cantando en el cielo.
Mientras estaba a cargo de esta restauración, recibió una inesperada propuesta. Sorprendido por sus obras hiperrealistas, un amigo suyo estableció un puente para que se conozca su dedicada pincelada en el exterior. Así fue cómo un grupo de qataríes quedaron sumamente atrapados por sus impecables retratos ecuestres. A pesar de este éxito en el exterior, con un contrato prometedor, Bustillo trabajó una parte para este pedido especial; pero decidió quedarse a trabajar en su propia tierra. De esta manera podría terminar de recuperar y revalorizar aquellas pinturas olvidadas. Poco a poco, volvieron a ser parte del legado cultural en Tornquist.
El esfuerzo del artista por salvar aquello que forma parte de la identidad local nos invita a reflexionar sobre la importancia del cuidado de nuestro patrimonio cultural. Así también lo transmiten cálidamente Mario Galindo, quien comparte la memoria de Rubén; y Laura Giamberardino, que con amor relata las anécdotas del artista y nos comparte imágenes- en las que aquí figuran vemos un fragmento del ciclo del artista en el Cementerio Tornquist y el pintor en plena acción. Es que, sin dudas, la pasión de Rubén Bustillo va más allá de la pintura.
¡Hasta la próxima!
Belén Ballesta (Lic. En Artes)
belballesta.blogspot.com