CON LOS PIES SOBRE LA TIERRA

Nuestra naturaleza primaria, desde el primer día de la existencia, estuvo abierta a un vivir espontáneo y con poco esfuerzo. Sin embargo, esta predisposición, se ha condicionado por fenómenos que fueron bifurcando esa esencia o raíz germinal. Se trata de influencias de la cultura familiar y social que contrastaron y contrastan con esa fuente creando escudos defensivos. El mundo de las ilusiones es uno de ellos, constituye un universo de fantasías, máscaras, auto traiciones, que edifica una realidad discordante con ese origen porque responde a aspiraciones externas. Un modo de reconocer corporalmente la tendencia a la ilusión es observar la forma en que se va separando o contraponiendo la mente (especialmente en forma de pensamientos recurrentes) y el resto del cuerpo, es decir el modo en nos vamos quedando atrapados, atrapadas en creencias limitantes y con “los pies lejos de la tierra”.  Tener los “pies sobre la tierra”, desde el lenguaje corporal, revela el modo en que estamos en contacto con la realidad de nuestro ser. Alexander Lowen lo llamó estar “enraizados”, lo que significa tener plena consciencia corporal de una o uno mismo. A simple vista, pareciera que afirmamos los pies sobre el suelo, nos sostenemos. Sin embargo, no todos hacemos conexión con nuestra base emocional o seguridad personal, sino que permanecemos “colgados” en pensamientos que confunden o generan miedos intensos. La búsqueda del enraizamiento requiere bucear en experiencias de asentamiento, de vínculos seguros que dan placer, que generan confianza, que no desvalorizan o maltratan de modos sutiles. Porque, cuando el cerebro da significado negativo a una circunstancia, la vivimos como una realidad inminente. Sin embargo, no somos conscientes de que solo es una posible interpretación de un escenario. Desafiar la maquinaria mental y buscar liberar espacio para confiar en el aquí y ahora, mediante la respiración y el contacto con el cuerpo, es un modo de enraizar en el presente que economiza energía y permite habitar corporalmente las sensaciones de un modo corpóreo y no racional mediante pensamientos que ahogan o inmovilizan. Otro dato importante: no solo se enraíza con los pies, sino también con los ojos. Dos ojos que miran a otros dos ojos de manera sostenida generan una sensación de contacto físico. Inclusive, se crea una atmósfera de mucha intimidad. Este tipo de mirada representa una conexión de sentimientos más profundo que el verbal. Cuando miramos a los ojos proyectamos emociones. Se desprenden franquezas que resultan tan elocuentes que no hacen faltan palabras para explicarlas. Y al margen de los papeles tan bien ensayados, los ojos expresan con llaneza, honestidad, sin trampas, sin adornos ni excusas. Cada sentimiento tiene una mirada especial. Lo que sucede es que a veces no logramos encontrarnos con esos destellos de franquezas, porque se producen procesos de negación que nos quitan la capacidad de verlas. Envolver con ternura también lo que condiciona asentarse a la tierra y penetrar esos impedimentos para arbolar la compasión, de esta manera también se avanzará hacia el enraizamiento, es decir a vivir “con los pies sobre la tierra”.

Por Alejandra Brener
Lic en Ciencias de la Educación / Terapeuta corporal bioenergetista
alejandrabrener@gmail.com
Facebook: Alejandra Brener Bioenergética
Instagram: @espacioatierra

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