Creo que la mayoría de nosotros somos personas convencidas de que los más altos valores humanos permanecen incólumes y que jamás cambiarán. Que la honradez, la nobleza de sentimientos, la solidaridad, el contemplarnos como miembros de una gran familia con errores y defectos enmendables, es la manera de superar las dificultades; te pido que nos concentremos cada día en el lado bueno de la vida. Sobre todo en la alegría, en el amor y en sentirnos ubicados firmes como una roca que nada puede mover. Sí, porque cuando corren tiempos difíciles es cuando más fuertes nos tenemos que volver, pensando que somos capaces de superar cada prueba y estar empeñados en salir victoriosos. Porque nada ni nadie nos vence cuando estamos bien plantados y conseguimos fuerza suficiente para superar cada inconveniente, de la índole que sea. Fijemos la atención en lo que queremos ser, en nuestro sueño personal, para atraerlo a nuestra vida. Tratemos hoy más que nunca de concentrarnos en los sueños que dejamos olvidados, los que venimos postergando. Recuperémoslos imprimiéndoles la energía de sus primeras épocas. Para ello es importante que permanezcamos unidos con nuestros afectos, con amigos, con vecinos. Que no nos mantengamos aislados. Que nos juntemos en forma de grupos solidarios, amorosos, amigables. Las buenas energías prosperan y fructifican. Y que por sobre todo realicemos un trabajo interno de «recomposición.» Que estemos convencidos de que siempre nos levantaremos si caemos. Porque con la fuerza que hay dentro nuestro, superamos todo. Pero todo. Lo que sea. Porque cada uno de nosotros es una roca. Y para que logremos estar cada día más fuertes, mirémonos. Observemos quien somos, en quien nos convertimos. Y si no estamos conformes, pensemos en lo que nos gustaría cambiar. Dediquemos nuestra energía a lograrlo. No importa que parezca un imposible. Un poco de empe- ño cada día, manteniendo la mira… y lo lograremos. No pensemos en plazos, la satisfacción de ocuparnos un poco cada día en aquello que nos alegra, no va dando más fuerzas. Y recordemos que somos una roca. En un entorno convulsionado, gozar de unos momentos de paz y alegría no es poco. Y si nos mantenemos en ese estado, logramos acrecentarlo y contagiar esa paz y esa alegría alrededor. Y te digo algo más: no importan los años que se tengan. Hay sueños incumplidos tanto a los 25 como a los 80. Siempre se está a tiempo de empezar. Porque vale la pena, porque nos merecemos ser felices. Y porque puede ser que todavía no hayamos vivido nuestros mejores momentos. Y nos los merecemos.
Marta Susana Fleisher