¿Cómo nos adaptamos a la nueva realidad?

Este tiempo de desconcierto colectivo donde las preguntas claves son: ¿Es “real” la realidad?  ¿Es así o lo estoy imaginando? ¿Soy yo o el mundo está patas arriba? Las respuestas están muy condicionadas o, nos acostumbramos a vivir en la incertidumbre, como dijo un ministro; o vamos rumbo al desmoronamiento emocional colectivo. Porque si hay algo nos pasa hoy es, que este tiempo nos confronta sin piedad alguna.

Nos pone ante nuestra propia sombra, aquella que refleja en penumbras, todo aquello que no decodificamos en la conciencia, como los mensajes subliminales de los medios masivos de control social, como nuestros miedos y complejos más profundos, aquellos que no le contamos ni al doctor, ni al psicoanalista, porque son aquellos que no vemos. Esta sombra toma relevancia en el aislamiento social de formas inusitadas. Y pone de relieve nuestros más profundos deseos y nuestras más complejas frustraciones.

Cuanto más se parece la realidad a la literatura y a la ficción, es cuando más surge el desconcierto de lo inesperado.  Y la realidad se nos pierde por las grietas de todo eso que desconocíamos. No esperábamos que esto fuera así, no estábamos preparados como colectivo, no teníamos experiencia previa, pero, nos sorprendimos a nosotros mismos dándonos cuenta que, aunque seamos unos irresponsables incorregibles en lo individual, en lo colectivo somos muy obedientes y con un sentido de pertenencia muy profundo a aquello de lo cual individualmente renegamos.

Volverse del reverso, diría mi abuelo paterno, mostrarse como verdaderamente “sos”, sin siquiera darte cuenta. Aunque no lo buscábamos realmente, todo se puso blanco sobre negro y ahora lo vemos con claridad casi sin racionalizarlo. “No sabía que me gustaba tanto estar en casa”, “Me di cuenta de que no puedo vivir sin trabajar” “Lo único importante es la salud” “Lo que verdaderamente importa es la economía”. Poco a poco nos vamos acomodando como los granos de arena sobre el tambor, con los golpes del ritmo general.

La brecha es mundial y se profundiza, entre los cada vez más ricos y los cada vez más pobres, entre los cada vez más contaminantes y destructivos y los cada vez más ecologistas extremos, entre las políticas autoritarias y tecnocráticas del control social y una comunidad organizada alrededor de un ideal humanista, ecológico y saludable. Estamos ante la Primera Guerra Global Interconectiva que está generando un reordenamiento mundial sin precedentes. Y nadie esta ajeno a los acontecimientos, el hacerse cargo o esconderlo bajo la alfombra mediática, está en la irresponsabilidad de cada uno.

No creo que exista manera de adaptarse, que no sea la misma que siempre adoptó el hombre frente a las guerras y a las grandes crisis transformadoras, la de Rebaño Obediente y la de Fiel a la Manada. Esta dualidad social entre víctimas y victimarios, donde existen clases sociales cazadoras internacionales y clases rebaños en rediles nacionales, no deja muchas opciones de futuro, excepto luchas, guerras y revoluciones, pero hoy exacerbadas y transmutadas por la hiperconectividad que nos pone en un nuevo escenario, sin conocimientos previos o instrucciones claras. 

Este salto cualitativo, o salto cuántico que significa la globalidad, encierra un cambio de paradigma fundamental para poder comprender las nuevas alternativas. Y es justamente aquí donde se vislumbra una nueva posibilidad naciente. Una nueva cohesión de un nuevo colectivo que dé un paso superador en esta coyuntura de callejos sin salida.

Es aquí donde resurgen las nuevas conciencias, más holísticas, más integradas a la realidad cósmica que estamos atravesando. En el medio justamente de la brecha se están acomodando los que quieren pasar a través de ella, como un filtro al que se atraviesa desnudo y todo lo que no nos pertenece verdaderamente va a quedar atrás, para aprender a vivir con lo nuestro, con lo único que nos pertenece, que no es el planeta tierra ni ninguno de sus elementos, si no la propia experiencia superadora de la existencia, la conciencia. Solo la Conciencia y la responsabilidad traerán un mundo mejor.

Ignacio Conde
iconde@fyn5.com

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