Abrir para dejar ir

Si nos permitimos decodificar la información que nos brindan las voces del cuerpo y le damos espacio a la tolerancia, se deslizarán, poco a poco, los velos de las cubiertas hasta llegar al síntoma. Y entre las nervaduras de ese caos, entre la opacidad del dolor que quitará, por un rato, la vitalidad, advertiremos un reflejo de color. Detrás de todo se vislumbrará un agua definida, una calle precisa, un latir interior alegre. Una sensación placentera. Envolver con ternura la vida para elevar y a la vez enraizar nuestra fuerza vital, implica penetrarla hasta la fuente, hasta la esencia del ser. Sin embargo, adentrarnos en nuestras profundidades no requiere solo un hondo análisis discursivo, ni un trabajo de resignación, ni de pasividad, ni de impulsividad alocada y ciega, ni de reflexión permanente frente a la pared o al oído de un amigo. No se trata de esforzar a la razón para explicar cualquier cosa que sucede, hay que meterse en el tuétano de la vida a través de un proceso de experimentación con lo más profundo de uno mismo, los sentimientos. Esto implica la combinación de vibraciones físicas y procesos de análisis reflexivo que levantarán la fuerza del pensamiento, la firmeza de la acción y la serenidad de los afectos. Aprender a atravesar planos de conocimiento hermanados con la voz de las sensaciones, nos permite vislumbrar el alcance de las acciones de una manera corporizada. Tal vez en esa búsqueda dejemos de ser complicados para volvernos lo que verdaderamente somos. Estamos cada día frente a un gran viaje, no habría buena calidad de vida sin asistir a ese viaje o escamoteando la inversión que tal viaje nos pide. Existen maestros o maestras que nos liberan. Éstos no solo están fuera de nosotros, también están adentro. Solo debemos afinar nuestra escucha para darnos la posibilidad de elegir, con lucidez física y emocional, plantarnos y sostenernos sobre los pies. Es un modo de buscar nuestra singularidad, lo que nos distingue de los demás. Cuando más se lidia con la des-singularización, más se precisa de procesos de enraizamiento. El primer paso es tomar conciencia y luego activar para transformar. Volver a la búsqueda del ser, no del parecer. Abrirse para “dejar ir”, aceptar lo que no se pudo ser y no se olvidó, ayuda a vaciar cargas. Al principio se advierte como un hueco, pero es solo el lugar que queda para lo nuevo, eso que desea llegar. El pasado es historia, sirve para aprender. Nuestro trabajo es advertir cuando llega cierto estancamiento o bloqueo y no nos permite transformar ese pasado y darnos el lugar para mutar. Las personas cambian, evolucionan, aprenden de los errores y cada tiempo nuevo que tenemos por delante es una oportunidad para el desarrollo, para ser quien queramos ser. 

Por Alejandra Brener

Lic. en Ciencias de la Educación

Terapeuta corporal bioenergetista

Facebook: Alejandra Brener Bioenergética

instagram: @espacioatierra

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