Las emociones parecen no dar tregua en este pequeñito lugar de la galaxia donde estamos insertados. El mundo en general y cada micromundo personal, parecen querer obligarnos a revisar las actitudes, a definir las posiciones y, principalmente, a participar. Con todo
lo que nos sucede cada día, ya no nos es posible quedarnos dentro de nuestra «casita de caracol», mirando desde adentro. La vida nos obliga a tomar partido,como si alguien nos observara y nos estuviera llevando al límite para saber qué pensamos y cómo actuamos.
Todo está expuesto y a la vista, y todo se está definiendo.En medio de tanto fragor, resultaría infantil culpar alafuera de lo que nos pasa. Ya no podemos negar que somos responsables de los gobernantes que tenemos,de la educación de nuestros hijos, del trabajo que hacemos, del dinero que ganamos y hasta somos responsables de las enfermedades que padecemos. Todo lo hemos ido forjando cada segundo de nuestras vidas, como resultado de lo que hicimos, lo que elegimos, cómo reaccionamos, o de lo que dejamos de hacer. Por todo eso, mi querido lector, ya no debemos perder más tiempo. Es el momento de dejar de lado lo intrascendente, de dirigir nuestra atención a aquella persona quenos gustaría haber sido, y rescatarla. Es el momento de comprometernos, de ser buenos vecinos y parientes
amorosos. El momento de participar. El momento de imaginarnos cómo queremos ser y de empezar a conseguirlo,aunque sea de a poco. Ya no podemos postergar el tiempo de ser felices, de hacer lo que más nos gusta; de mirar a la persona que tenemos al lado y
sonreírnos con ella, porque sí. Con todo lo que vivimos a diario, ya tenemos que madurar y comportarnos como adultos, como alguien que se encuentra cerca del final de su carrera y sabe que tiene que poner todo su empeño en lograr las notas que lo harán aprobar. O sentirse feliz, que es lo mismo.
Marta Susana Fleischer