Intestino y cerebro se unen para mantener nuestro organismo sano y contento

Si nos fijamos en estas dos imágenes veremos la similitud: ambos recurren al mismo recurso para aumentar la superficie apta para ubicar la cantidad de neuronas o la de células intestinales, llamadas enterocitos, que son necesarias para cumplir su actividad. Estas circunvoluciones, en el caso del cerebro y las asas del intestino se acomodan, desde la formación del organismo en el útero de la madre, y van desarrollándose en espacios cerrados que los resguarda de lesiones: el cráneo, formado con huesos que son rígidos en el adulto, y la cavidad abdominal, más flexible, porque tiene que proporcionar un espacio apto para facilitar la motilidad intestinal.

Pero la similitud no termina acá: el cerebro posee, además de sus neuronas, una cantidad importante de fibras nerviosas que se distribuyen en toda la masa cerebral para comunicarlas entre sí y también para llevar información al resto del organismo. Hasta hace poco tiempo no se conocía la existencia de una organización semejante en el intestino, se pensaba que eran totalmente independientes. Sin embargo los estudios demostraron que la conexión entre ambos órganos  no sólo es real, sino que se produce principalmente a través del Sistema Nervioso Autónomo, es decir  que actúa en forma involuntaria, respondiendo a estímulos independientes, y que envían información al cerebro y la reciben de él. El Sistema Nervioso Entérico –del intestino- está compuesto por una red de cien millones de neuronas, ​ repartidas por los 10-12 metros de tubo digestivo. y está comunicado con el sistema nervioso central (SNC) a través de los sistemas simpático y parasimpático, que permite entrecruzar información entre los dos órganos. El cerebro envía información motora al intestino, y éste le transmite información sensitiva, a través de un sistema muy organizado que les permite trabajar en conjunto: por eso se denominó al intestino «segundo cerebro». Nuestro trabajo como usuarios del sistema es tener al intestino contento para que informe buenas noticias al cerebro y podamos vivir tranquilos, sin estrés y satisfechos. Un intestino contento produce serotonina, la hormona de la felicidad, y la libera a la sangre, como respuesta a una alimentación y digestión sana. Para producir serotonina se necesita un aminoácido llamado triptófano que se encuentra en la yema de huevo, y en alimentos vegetales: banana, semillas de sésamo, lino, girasol y zapallo, nueces y almendras, chocolate, legumbres, cereales integrales: avena, quínoa, verduras, espirulina.  Cuidemos la forma y los horarios de comidas para poder aprovechar los nutrientes: comer tranquilos y masticar bien y cuidar la “limpieza intestinal”.

Dra. Elba Albertinazzi
Asoc. Arg. de Médicos Naturistas

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